Página 734 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
Esta visión fue dada a Ezequiel en un tiempo en que su mente
estaba llena de presentimientos lóbregos. Veía la tierra de sus padres
desolada. La ciudad que había estado llena de habitantes ya no los
tenía. La voz de la alegría y el canto de alabanza no se oían más en
sus muros. El profeta mismo era forastero en un país extraño, donde
reinaban supremas la ambición ilimitada y la crueldad salvaje. Lo
que veía y oía acerca de la tiranía humana y el mal angustiaba su
alma, y lloraba amargamente día y noche. Pero los símbolos admira-
bles presentados delante de él al lado del río Quebar, le revelaron un
poder predominante que era más poderoso que el de los gobernan-
tes terrenales. Sobre los monarcas orgullosos y crueles de Asiria y
Babilonia, se entronizaba el Dios de misericordia y verdad.
Las complicadas ruedas que al profeta le parecían envueltas en
confusión, estaban bajo la dirección de una mano infinita. El Espíritu
de Dios que, según la revelación, movía y dirigía estas ruedas, sacaba
armonía de la confusión; de tal manera que todo el mundo estaba
bajo su dominio. Miríadas de seres glorificados estaban listos para
predominar a su orden contra el poder y la política de los hombres
malos, y reportar beneficio a sus fieles.
De igual manera, cuando Dios estaba por revelar al amado Juan
la historia de la iglesia durante los siglos futuros, le reveló el interés
y cuidado del Salvador por su pueblo, mostrándole “uno semejante al
Hijo del hombre”, que andaba entre los candeleros que simbolizaban
a las siete iglesias. Mientras se le mostraban a Juan las últimas
grandes luchas de la iglesia con las potencias terrenales, también se
le permitió contemplar la victoria final y la liberación de los fieles.
Vio a la iglesia en conflicto mortífero con la bestia y su imagen, y
la adoración de esa bestia impuesta bajo la pena de muerte. Pero
mirando más allá del humo y el estruendo de la batalla, contempló
a una hueste sobre el monte de Sión con el Cordero, llevando, en
vez de la marca de la bestia, “el nombre de su Padre escrito en sus
frentes”. Y también vio a “los que habían alcanzado la victoria de la
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bestia, y de su imagen, y de su señal, y del número de su nombre,
estar sobre el mar de vidrio, teniendo las arpas de Dios” (
Apocalipsis
1:13; 14:1; 15:2
), y cantando el himno de Moisés y del Cordero.
Estas lecciones son para nuestro beneficio. Necesitamos afirmar
nuestra fe en Dios; porque está por sobrecogernos un tiempo que
probará las almas de los hombres. Sobre el monte de las Olivas,