Página 86 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
homenaje a la reputación y al honor. Para otros el ídolo es la vida
egoísta de comodidad y el estar libres de responsabilidad. Estas son
las redes del enemigo, tendidas para los pies incautos. Pero estas
cadenas de esclavitud tienen que romperse; la carne tiene que ser
crucificada con sus deseos y concupiscencias. No podemos ser mitad
del Señor y mitad del mundo. No somos el pueblo de Dios a menos
que lo seamos totalmente. Todo peso, todo pecado que estorbe, tiene
que dejarse a un lado. Los centinelas de Dios no clamarán, “paz,
paz”, cuando Dios no ha pronunciado la paz. La voz de los fieles
centinelas se escuchará así: “Apartaos, apartaos, salid de ahí, no
toquéis cosa inmunda; salid de en medio de ella; purificaos los que
lleváis los utensilios de Jehová”
Isaías 52:1
.
La iglesia no puede medirse a sí misma contra el mundo, ni
por la opinión humana, ni por lo que en un tiempo fue. Su fe y su
posición en el mundo tal como lo es ahora, ha de compararse con
lo que hubiera sido si hubiese siempre seguido un curso progresivo
y ascendente. La iglesia será pesada en las balanzas del santuario.
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Si su carácter moral y su estado espiritual no corresponden a los
beneficios y bendiciones que Dios le ha otorgado, la iglesia será
hallada defectuosa. La luz ha estado brillando con claridad y de
manera definida sobre su camino, y la luz recibida en 1882 la llama
a rendir cuentas. Si no mejora sus talentos, si el fruto que lleva no es
perfecto ante Dios, si su luz se ha convertido en tinieblas, entonces
sin duda será hallada falta. El conocimiento de nuestra condición,
tal como la ve Dios, parece estarnos vedado. Vemos, pero no per-
cibimos; oímos, pero no entendemos; y estamos tan indiferentes y
despreocupados como si posara sobre nuestro santuario la nube de
día o la columna de fuego de noche. Profesamos conocer a Dios
y creer en la verdad, pero nuestras obras lo niegan a él. Nuestros
hechos se oponen diametralmente a los principios de verdad y de
justicia por los cuales decimos ser gobernados.
* * * * *