Página 95 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Los obreros de nuestro colegio
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el apetito introdujo el pecado en nuestro mundo, con sus pavorosas
consecuencias. Los casamientos impíos de los hijos de Dios con las
hijas de los hombres produjeron la apostasía que tuvo como resultado
la destrucción del mundo por el diluvio. El acto más insignificante de
complacencia para consigo mismo ha producido grandes trastornos.
Este es el caso ahora. Hay pocos que obran con circunspección. Tal
como los israelitas, no prestarán atención a los consejos, sino que
siguen sus inclinaciones personales. Se unen con los mundanos al
asistir a reuniones en las que los tomarán en cuenta, y así dan un
ejemplo que otros siguen. Lo que se ha hecho una vez volverán a
hacerlo ellos mismos y también otros. Cada paso que dan ejerce una
impresión duradera, no sólo en su propia conciencia y sus hábitos,
sino también en los de otros. Esta consideración le confiere una
pavorosa dignidad a la vida humana.
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Tengo constante dolor de corazón por nuestras iglesias. Muchas
progresan, pero en su retroceso. “La senda de los justos... va en
aumento hasta que el día es perfecto”.
Proverbios 4;18
. Su marcha
es progresiva y ascendente. Progresan de fortaleza en fortaleza, de
gracia en gracia y de gloria en gloria. Este es el privilegio de todas
nuestras iglesias. Pero, ¡cuán distinta ha sido su situación! Necesitan
la iluminación divina. Deben experimentar un cambio diametral. Sé
lo que digo. A menos que se vuelvan verdaderamente cristianas, pro-
gresarán sólo en su debilidad, aumentarán las divisiones, y muchas
almas serán encaminadas a la perdición.
Todo lo que os puedo decir es que aprovechéis la luz que Dios
os ha dado y que la sigáis cueste lo que cueste. En esto estriba
vuestra única seguridad. Vuestra obra es poneros en armonía, y que
el Señor permita que lo hagáis aunque el yo tenga que ser crucificado.
Recoged los rayos de luz que han sido despreciados y rechazados.
Recogedlos con mansedumbre, con temor y temblor. El pecado del
antiguo Israel fue el olvido de la voluntad revelada de Dios y el
seguir su propio camino conforme a los dictados de sus profanos
corazones. El Israel moderno sigue con entusiasmo sus pisadas, y el
desagrado del Señor seguramente descansa sobre él.
Nunca resulta difícil hacer lo que nos agrada; pero tomar un curso
contrario a nuestras inclinaciones es tomar una cruz. Cristo pidió en
oración que sus discípulos fueran uno, así como él lo era con el Padre.
Esta unidad constituye las credenciales de Cristo ante el mundo