Página 97 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Se condenan las críticas y los celos
Me duele decir que hay lenguas indisciplinadas entre los miem-
bros de la iglesia. Hay lenguas falsas que se alimentan de la maldad.
Hay lenguas astutas y murmuradoras. Hay parlería, impertinente
entrometimiento, hábiles interrogaciones. Entre los amadores del
chisme, algunos son impulsados por la curiosidad, otros por los ce-
los, muchos por el odio contra aquellos por cuyo medio Dios ha
hablado para reprenderlos. Todos estos elementos discordantes tra-
bajan. Algunos ocultan sus verdaderos sentimientos, mientras que
otros están ávidos de publicar todo lo que saben, o aun sospechan,
de malo contra otros.
Vi que hasta el espíritu de perjurio, capaz de trocar la verdad
en mentira, lo bueno en malo, la inocencia en crimen, está ahora
activo. Satanás se regocija por esta condición de los que profesan ser
pueblo de Dios. Muchos que están descuidando sus propias almas,
buscan ávidamente una oportunidad de criticar y condenar a otros.
Todos tienen defectos de carácter, y no es difícil hallar algo que los
celos puedan interpretar para su perjuicio. “Ahora -dicen éstos que
se han constituido en jueces-, tenemos los
hechos
. Vamos a basar en
ellos una acusación de la cual no se podrán limpiar”. Esperan una
oportunidad adecuada, y entonces presentan su fardo de chismes, y
sacan sus calumnias.
En su esfuerzo por asentar un argumento, las personas que tienen
por naturaleza una imaginación viva, están en peligro de engañarse
a sí mismas y a otras. Recogen expresiones descuidadas de otra
persona, sin considerar que a veces ciertas palabras pueden haberse
dicho con premura y que, por lo tanto, no reflejan los verdaderos
sentimientos del que habló. Pero estas observaciones que no fueron
premeditadas, y que con frecuencia son tan triviales que no valen
la pena de tenerse en cuenta, son miradas a través del vidrio de
aumento de Satanás, exageradas y repetidas, hasta que un terrón se
transforma en una montaña. Separados de Dios, los que sospechan
el mal son juguetes de la tentación. Apenas conocen la fuerza de
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