Peligros de la ciencia especulativa
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La palabra de Dios es nuestra defensa
Nuestra consigna debe ser: “¡A la ley y al testimonio! Si no
dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido.”
Isaías 8:20
.
Tenemos una Biblia llena de preciosas verdades. Contiene el alfa y la
omega del conocimiento. La Escritura, dada por inspiración divina,
es “útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instituir
en justicia, para que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente
instruído para toda buena obra.”
2 Timoteo 3:16, 17
. Tomad la
Biblia como libro de meditación. Cada cual puede entender las
instrucciones que contiene.
Insto a nuestros predicadores, a nuestros médicos y a todos los
miembros de nuestras iglesias, a que estudien las lecciones dadas
por Cristo a sus discípulos, precisamente antes de su ascensión. Esas
lecciones encierran las instrucciones que el mundo necesita.
La vida eterna sólo se obtiene comulgando con la carne y la
sangre del Hijo de Dios. Cristo ha declarado: “De cierto, de cierto
os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna. ... Yo soy el pan vivo
que he descendido del cielo: si alguno comiere de este pan, vivirá
para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por
la vida del mundo. ... El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene
vida eterna: y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es
verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi
carne y bebe mi sangre, en mí permanece y yo en él. ... El espíritu es
el que da vida; la carne nada aprovecha.”
Juan 6:47-63
. Cristo llama
a su pueblo a creer en su Palabra y a ponerla en práctica. Los que
reciben su Palabra- y se la asimilan, haciéndola participar en cada
una de sus acciones y en cada rasgo de carácter, se harán fuertes
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en la fortaleza de Dios. Será visible que su fe es de origen divino,
no irán errantes por los caminos extraños. Su mente no se dirigirá
a una religión de sentimiento y emoción. Delante de los ángeles y
de los hombres, se presentarán con caracteres cristianos, fuertes y
consecuentes.
En el incensario de oro de la verdad, tal cual es presentada en
las enseñanzas de Cristo, tenemos lo necesario para convencer y
convertir las almas. Presentad, en la sencillez de Cristo, las verdades
que él vino a proclamar a este mundo; y el poder de nuestro mensaje
se dejará sentir por sí mismo. Nunca presentéis teorías que Cristo