Llamados a ser testigos
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vívido contraste entre su vida y la de los mundanos. El tentador se
les acercará con sus halagos y tentaciones, diciéndoles: “Todo esto
te daré, si postrado me adorares.”
Mateo 4:9
. Pero saben que nada
bueno tiene para ofrecerles y rehusan ceder a sus tentaciones. Por
la gracia de Dios, son capaces de mantener intactos sus principios.
Angeles santos están a su lado, y Cristo es manifestado por su firme
adhesión a la verdad. Son los milicianos de Cristo y como buenos
testigos, hablan con fuerza y firmeza en favor de la verdad. Ellos
demuestran la realidad de la potencia espiritual que hace a los hom-
bres y a las mujeres capaces de no sacrificar nada de la justicia y
de la verdad, por mucho que el mundo quiera ofrecerles en cambio.
El Cielo honrará a tales cristianos, porque han conformado sus vi-
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das a la voluntad de Dios, sin fijarse en los sacrificios que les haya
costado.
Un mensaje universal
La luz que Dios ha concedido a su pueblo no debe quedar re-
cluída en el seno de las iglesias que ya conocen la verdad. Debe
esparcirse en las regiones más obscurecidas de la tierra. Aquellos
que anden en la luz como Cristo está en la luz, serán los colaborado-
res del Salvador: revelarán a otros lo que él les hiciera conocer. El
propósito de Dios es que la verdad para nuestra época sea comuni-
cada a toda raza, nación, lengua y tribu. Hoy día, cada habitante del
mundo está procurando conseguir ganancias y placeres mundanales.
Millones de almas no dan a la consideración de su salvación, ni el
tiempo ni el pensamiento necesarios. El momento ha llegado cuando
el mensaje relativo a la próxima venida de Cristo, debe resonar a
través del mundo entero.
Hay pruebas inequívocas de la inminencia del fin. Es necesa-
rio, pues, amonestar al mundo en un lenguaje firme y directo. Es
necesario preparar el camino delante del Príncipe de paz que viene
sobre las nubes de los cielos. Queda aún mucho que hacer en las
ciudades que todavía no han oído la verdad para nuestra época. No
debemos establecer instituciones que rivalicen con las del mundo
por las dimensiones y el esplendor; pero debemos proseguir la obra
del Señor en su nombre, con la perseverancia y el celo incansable
que puso el Salvador en su obra.