Página 130 - Testimonios Selectos Tomo 5 (1932)

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Testimonios Selectos Tomo 5
Como pueblo, tenemos gran necesidad de humillar nuestros co-
razones ante Dios, implorando su perdón por haber descuidado su
mandato misionero. Hemos establecido centros importantes en algu-
nos lugares, dejando sin trabajar a importantes ciudades. Pongamos
mano a la obra asignada, y proclamemos el mensaje que debe des-
pertar en todos el sentimiento del peligro. Si cada adventista del
séptimo día hubiese cumplido con su parte, el número de creyentes
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sería ahora mucho mayor. En todas las ciudades de América se en-
contrarían personas inducidas por el mensaje a obedecer la ley de
Dios.
En algunos lugares, el mensaje tocante a la observancia del
sábado ha sido presentado con claridad y fuerza; en cambio, otros
lugares han sido dejados sin amonestación. Los que conocen la
verdad ¿no se tornarán conscientes de su responsabilidad? Hermanos
míos, no podéis impunemente engolfaros en empresas y negocios
terrenales. No podéis descuidar impunemente la orden que el Señor
ha dejado.
Todo el universo pide a los que conocen la verdad que se consa-
gren sin reservas a proclamar la verdad tal cual les ha sido manifesta-
da en el mensaje del tercer ángel. Lo que oímos y vemos constituye
un llamado al deber. La actividad de los agentes de Satanás llama a
cada cristiano a ocupar su puesto sobre el campo de batalla.
Los obreros que necesitamos
La obra que nos ha sido confiada es grande e importante; y para
cumplirla, necesitamos hombres sabios, desinteresados, capaces de
consagrarse abnegadamente para la salvación de las almas. No hay
lugar para los tibios; Cristo no puede usarlos. Se necesitan hombres
y mujeres cuyo corazón sea sensible a los sufrimientos humanos y
que demuestren, por sus vidas, que reciben y transmiten la luz, la
vida y la gracia.
Los hijos de Dios deben acercarse a Cristo en lo que atañe a
la negación de sí mismos y al sacrificio; su único propósito debe
ser el de dar al mundo entero el mensaje de misericordia. Algunos
trabajarán de un modo y otros de otro, según el llamado que el Señor
les haga. Pero todos deben trabajar en armonía, esforzándose por
mantener en la obra un carácter de perfecta unidad. La Palabra de la