Capítulo 25—La obra misionera de la iglesia
Dios exige un servicio personal de parte de cada uno a quien ha
confiado el conocimiento de la verdad para nuestro tiempo. Todos
no pueden ir a los campos extranjeros como misioneros, pero cada
cual puede hacer trabajo misionero en su familia y en su vecindario.
Los miembros de iglesia pueden comunicar el mensaje de muchas
maneras a quienes los rodean. Uno de los medios más eficaces es
vivir una vida cristiana útil y desinteresada. Aquellos que pelean
la batalla de la vida con grandes desventajas, pueden ser animados
y fortalecidos por medio de pequeñas atenciones que no cuestan
nada. Las palabras amables dichas con sencillez, junto con pequeñas
atenciones, bastarán a veces para disipar las nubes de la tentación y
de la duda que cubren las almas. Una simpatía cristiana, del corazón,
expresada con franqueza, puede abrir la puerta de los corazones que
necesitan el delicado toque del Espíritu del Señor.
Jesús acepta con gozo los servicios de cualquier ser humano que
se entrega a él. Asocia lo humano con lo divino, a fin de comunicar al
mundo los misterios del amor encarnado. Sea este amor el objeto de
vuestras conversaciones, de vuestras oraciones y de vuestros cantos;
llenad el mundo con el mensaje de su verdad, y llevad este mensaje
hacia las regiones lejanas.
Los seres celestiales están listos para cooperar con nosotros, a
fin de revelar al mundo lo que pueden llegar a ser los seres humanos,
y lo que puede cumplirse bajo su influencia, para la salvación de las
almas que están por perecer. Una persona verdaderamente convertida
está tan llena del amor de Dios, que se siente deseosa de participar a
otros el gozo que posee. El Señor desea que su iglesia manifieste al
mundo los esplendores de la santidad y que demuestre el poder de la
religión cristiana. El cielo se ha de reflejar en el carácter del cristiano.
El cántico de agradecimiento y de acciones de gracia debe ser oído
por aquellos que están en las tinieblas. Esforzándonos por hacer bien
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a otros, hemos de expresar nuestra gratitud por las buenas nuevas
del evangelio, por las promesas que encierra y las seguridades que
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