La obra misionera de la iglesia
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de trabajar para el Maestro con tacto y perseverancia. Se necesita
renunciamiento para responder a tales llamados. Mientras que mu-
chos esperan que toda dificultad haya desaparecido, hay almas que
mueren sin esperanza y sin Dios en el mundo. Muchas personas
están dispuestas a aventurarse en regiones pestilenciales, y sufrir
penurias y privaciones por alguna ventaja terrenal o para adquirir
conocimientos científicos. ¿Quién está dispuesto a hacer otro tanto
para hablar del Salvador? ¿Dónde están los hombres y las mujeres
que quieren ir a las regiones necesitadas del evangelio para anunciar
el Redentor a aquellos que viven en las tinieblas?
Circulación de nuestros impresos
Gran número de los hijos de Dios debe ir con nuestras publica-
ciones a los lugares donde el mensaje del tercer ángel nunca ha sido
proclamado. Nuestros libros deben ver la luz en muchos idiomas
distintos. Con estos libros deben salir hombres fieles como colporto-
res evangélicos, para llevar la verdad a aquellos que sin ese medio
nunca recibirían la luz. Los que emprenden este ramo de actividad
deberían también prepararse para hacer trabajo médico misionero.
Hay que acudir en auxilio de los enfermos y dolientes. Muchos de
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los que habrán sido aliviados en esta forma, entenderán y aceptarán
las palabras de vida.
Al colportor, cuyo corazón esté lleno del Espíritu Santo, se le
presentarán magníficas ocasiones de hacer el bien. La presentación
de la verdad de casa en casa, hecha con amor y sencillez, está en
armonía con las instrucciones que Cristo dió a sus discípulos, cuan-
do él los envió en jira misionera la primera vez. Gran número de
personas será atraído por los cantos de acciones de gracias, y por las
oraciones humildes y fervientes. El divino Artífice estará presente
para llevar la convicción a los corazones. “He aquí, yo estoy con
vosotros todos los días,” es su promesa. Con el sentimiento de la
presencia constante de un Ayudador tal, podemos trabajar con fe,
esperanza y ánimo.
De ciudad en ciudad y de un país a otro, deben llevarse los im-
presos que contienen la promesa de la próxima venida del Salvador.
Esos impresos deben ser traducidos a toda lengua; pues este evange-