Capítulo 9—Lejos de los barrios ricos
Puede parecernos bueno colocar nuestros sanatorios en barrios
ricos, pensando que ello dará prestigio a nuestra obra y asegurará una
buena clientela para nuestras instituciones; pero ello no es correcto.
“Jehová mira no lo que el hombre mira,”
1 Samuel 16:7
. El hombre
considera la apariencia, Dios mira al corazón. Cuanto menor sea
el número de casas opulentas que rodean nuestras instituciones,
menor será el número de molestias. Muchos propietarios ricos son
irreligiosos y burladores. Los pensamientos mundanos llenan su
mente. Las diversiones, los goces y las risas ocupan su tiempo. El
lujo y la extravagancia en el vestir absorben sus recursos. En sus
casas no se recibe voluntariamente a los mensajeros celestiales. Esas
personas prefieren que Dios se mantenga apartado. La humildad es
una lección que el hombre aprende muy difícilmente, y es aún más
difícil para los ricos y voluptuosos. Los que no se consideran como
quienes deben dar cuenta a Dios de lo que poseen, se verán tentados
a colocarse en primer lugar, como si sus riquezas, en dinero y en
tierras, los independizasen de Dios. Llenos de orgullo y suficiencia
propia, piensan valer tanto como su fortuna.
Muchos de esos ricos son, a los ojos de Dios, administradores
infieles. El ve el fraude en la manera en que adquirieron su fortuna
y disfrutan de ella. Ellos despreciaron a Aquel que posee todas las
cosas y no han dedicado a aliviar a los dolientes y oprimidos los
recursos que les fueron confiados. Han acumulado sobre sus cabezas
la ira divina, porque Dios recompensará a cada uno según su obra.
Esos hombres no adoran a Dios: se adoran a sí mismos. Ahuyentan
de su pensamiento la justicia y la misericordia para reemplazarlas
por un espíritu de avaricia y oposición. Dios dice: “¿No los tengo de
visitar sobre estas cosas!”
Jeremías 9:9
.
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Dios no quedaría satisfecho al ver a cualquiera de nuestras insti-
tuciones colocada en un sitio de esta clase, aun cuando sus ventajas
parecieran considerables. Los hombres ricos y egoístas ejercen una
influencia nefasta sobre los espíritus, y por su medio el enemigo
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