Lejos de los barrios ricos
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tratará de obstruir nuestro camino. Las malas compañías son siempre
perjudiciales a la piedad, y los principios aprobados de Dios pueden
quedar destruídos por un vecindario tal. Dios no quiere que seamos
como Lot, quien fué a habitar en un lugar donde él y su familia
estaban en relaciones constantes con el mal. Lot era rico cuando fué
a Sodoma, y sin embargo lo tuvo que abandonar todo. Conducido
por la mano de los ángeles, vió a los mensajeros de la ira divina
hacer caer las llamas de fuego que consumieron a los habitantes
de aquella ciudad altamente favorecida, borrando su encantadora
belleza y reduciendo a triste soledad un lugar que Dios había creado
maravillosamente hermoso.
Nuestros sanatorios no debieran ubicarse cerca de las residencias
ricas. De hecho serían considerados como intrusos y serían objeto
de aversión. Las expresiones hirientes y las opiniones desfavorables,
circularían porque recibiríamos en ellos a enfermos de todas clases.
La religión pura y sin mácula hace de todos los hijos de Dios una
sola familia. Los une con Jesús en Dios; mas el espíritu del mundo
es orgulloso, parcial y exclusivista.
Mantengamos nuestros edificios apartados de las residencias
principescas; si sus habitantes necesitan nuestros cuidados, aléjense
de sus compañeros acostumbrados para dirigirse a lugares más apar-
tados. No agradaremos a Dios si construimos nuestros sanatorios en
medio de una población de gente extravagante en su manera de vivir
y de vestirse, y que sólo se sienta atraída por aquellos que usan gran
ostentación.
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