Capítulo 12—El plan de Dios para con nuestras
casas editoriales
Testigos de la verdad
“Vosotros sois mis testigos, dice Jehová,” para “publicar libertad
a los cautivos, y a los presos abertura de la cárcel; a promulgar año
de la buena voluntad de Jehová, y día de venganza del Dios nuestro.”
Isaías 43:10
;
61:1, 2
.
Nuestra obra de publicación se estableció según las instrucciones
de Dios y bajo su dirección especial. Fué fundada para alcanzar un
objeto preciso. Los adventistas del séptimo día han sido elegidos
por Dios como pueblo particular, separado del mundo. Con el gran
instrumento de la verdad, los ha sacado de la cantera del mundo y
los ha relacionado consigo. Ha hecho de ellos representantes suyos,
y los ha llamado a ser sus embajadores durante esta última fase
de la obra de salvación. Les ha encargado de proclamar al mundo
la mayor suma de verdad que se haya confiado alguna vez a seres
mortales, las advertencias más solemnes y terribles que Dios haya
enviado alguna vez a los hombres. Y nuestras casas de publicación
se cuentan entre los medios más eficaces para realizar esta obra.
Estas instituciones deben ser testigos de Dios y enseñar la justicia
al mundo. La verdad debe resplandecer de ellas como una antorcha.
Deben reflejar constantemente en las tinieblas del mundo rayos de
luz que adviertan a los hombres los peligros que los exponen a la
destrucción, y parecerse así a la poderosa luz de un faro edificado
en una costa peligrosa.
Las páginas impresas que salen de nuestras casas de publicación,
deben preparar a un pueblo para ir al encuentro de su Dios. En el
mundo entero, estas instituciones deben realizar la misma obra que
la que hizo Juan el Bautista en favor de la nación judaica. Mediante
solemnes mensajes de amonestación, el profeta de Dios arrancaba a
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los hombres de sus sueños mundanos. Por su medio, Dios llamó al
arrepentimiento al apóstata Israel. Por la presentación de la verdad
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