La iglesia y la casa editorial
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mucho para animarlos. Cuando los jóvenes no están dispuestos a
someterse a la disciplina de la institución; cuando están decididos a
seguir sus propios impulsos cada vez que no son del mismo pare-
cer que sus superiores, no los sostengan ciegamente sus padres ni
simpaticen con ellos.
Más valdría, mucho más, que vuestros hijos sufriesen, y aun
que bajasen a la tumba, antes que aprender a tratar ligeramente los
principios que forman el cimiento de la lealtad hacia la verdad, hacia
el prójimo y hacia Dios.
En casos de dificultades con los capataces, dirigíos directamente
a los que dirigen e informaos. Recordad que los jefes de los diversos
departamentos comprenden mucho mejor que los demás las reglas
que son necesarias. Manifestad confianza en su juicio y respeto
por su autoridad. Enseñad a vuestros hijos a respetar y honrar a
aquellos a quienes Dios ha demostrado respeto y honra al colocarlos
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en puestos de confianza.
Los miembros de la iglesia no pueden secundar de una manera
más eficaz los esfuerzos de los directores de nuestras instituciones
que dando en su propia familia un ejemplo de buen orden y disci-
plina. Muestren los padres a sus hijos, por sus palabras y conducta,
lo que quieren que sean. Mantened constantemente la pureza del
lenguaje y una verdadera cortesía cristiana. No se dé ningún ali-
ciente al pecado, ni haya maledicencias ni sospechas. Enseñad a los
niños y a los jóvenes a respetarse a sí mismos, y a ser fieles a los
principios y a Dios. Enseñadles a respetar la ley de Dios y las reglas
de la casa paterna. Pondrán entonces estos principios en práctica en
su vida y en todas sus relaciones con sus semejantes. Amarán a su
prójimo como a sí mismos, crearán una atmósfera pura y ejercerán
una influencia que estimulará a las almas débiles a progresar por el
camino que conduce a la santidad y al cielo.
Los hijos que reciben tales instrucciones no llegarán a ser una
carga, ni una causa de inquietud en nuestras instituciones; serán
un apoyo para quienes llevan responsabilidades. Bajo una sabia
dirección, quedarán preparados para ocupar puestos de confianza, y
tanto por el precepto como por el ejemplo, ayudarán constantemente
a otros a hacer el bien. Estimarán en su justo valor los talentos que
les hayan sido confiados, y harán el mejor uso posible de sus energías
físicas, mentales y espirituales. Las tales almas estarán fortalecidas