Una advertencia descuidada
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Dios. El corazón mismo de la obra quedó congestionado. Por mucho
tiempo, fué dada la advertencia, pero no se hizo caso de ella. La
razón de esta desobediencia, es que el corazón y la mente de mu-
chos, en Battle Creek, no están bajo la influencia del Espíritu Santo.
Esas personas no comprenden cuánto trabajo queda por hacer. Están
adormecidas.
Cuando los adventistas del séptimo día se establecen en ciudades
donde ya existe una gran iglesia, no están en su debido lugar y su
espiritualidad se torna más y más débil. Sus hijos están expuestos a
numerosas tentaciones. Hermano mío, hermana mía, a menos que
seáis imprescindibles para el adelanto de la obra en un tal lugar,
sería mucho más prudente que fuerais a un lugar donde la verdad no
ha penetrado aún, y os esforzarais en poner vuestra capacidad en la
obra del Maestro. Realizad grandes esfuerzos para crear un interés
en la verdad presente. El trabajo hecho de casa en casa es de eficacia
cuando es hecho con un espíritu cristiano. Celebrad reuniones y
haced que sean interesantes. Recordad que esto exige algo más que
una predicación.
Muchos de los que han vivido por largo tiempo en un mismo
lugar pasan su tiempo criticando a los que trabajan por convencer y
convertir a los pecadores. Critican los motivos y las intenciones de
los demás, como si fuese imposible que nadie trabaje desinteresa-
damente en la obra que ellos mismos rehusan cumplir. Constituyen
piedras de tropiezo. Si fuesen a los lugares donde no hay creyentes,
y si trabajasen allí para ganar almas para Cristo, pronto estarían tan
ocupados en proclamar la verdad y en socorrer a los que sufren, que
no les quedaría tiempo para disecar los caracteres, para sospechar
el mal en otros y luego divulgar los resultados de su pretendida
habilidad de discernir lo que hay debajo de las apariencias.
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Vayan al campo de la mies para sembrar y segar para el Maestro,
los que hayan vivido tanto tiempo en lugares donde hay grandes
iglesias. En su anhelo de salvar almas, se olvidarán de sí mismos.
Verán que hay tanta obra que hacer, tantos semejantes a quienes
ayudar, que no tendrán tiempo para rebuscar las faltas ajenas ni para
obrar negativamente.
La reunión de un gran número de creyentes en un mismo lugar,
tiende a excitar la crítica y la calumnia. Muchos están como abis-
mados mirando y escuchando el mal. No piensan en el gran pecado