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Testimonios para la Iglesia, Tomo 6
formato. La obra adventista, que ya había alcanzado proporciones
mundiales, tenía necesidades y problemas que requerían orientación
e instrucciones amplias acerca de algunos asuntos particulares. Esto
determinó cierta insistencia sobre algunos aspectos ya presentados
con anterioridad e incluso alguna repetición. Por consiguiente, cuan-
do se seleccionaron los artículos que integrarían el tomo 6, no resultó
difícil colocarlos en orden temático.
En 1891 la Asociación General le pidió a la Sra. White que via-
jara a Australia con el fin de ayudar a establecer un nuevo colegio.
Desde su llegada comenzó a crear conciencia entre los adventis-
tas acerca de la necesidad de establecer una institución educativa,
y colaboró en la elaboración de los planes de trabajo relativos al
proyecto. Debido a que se trataba de un nuevo campo misionero, no
existía información previa, o experiencias anteriores que pudieran
ayudar en la planificación. En estas circunstancias, y con el consejo
del Espíritu de Profecía, que proporcionó orientación y seguridad en
los procedimientos, se estableció el Colegio Misionero Australiano
en Avondale, región agreste y atrasada. De este centro de prepara-
ción, desde el comienzo egresaron jóvenes capacitados mediante la
educación práctica para servir en los campos locales y penetrar en
las remotas islas del Pacífico Sur.
El Colegio de Avondale, gracias a su ubicación en un ambiente
rural, a su amplio y variado programa industrial y a otros factores,
estaba destinado a convertirse en un colegio modelo. Puesto que las
orientaciones para nuestra obra educativa se presentaron de nuevo,
con el fin de guiar y modelar aquella naciente institución—en espe-
cial respecto a los numerosos detalles de ubicación, finanzas, plan de
estudios, disciplina y administración—, esa importante información
se incluyó en el tomo 6 para beneficio de la iglesia en todo el mundo.
Cuando la Sra. White desembarcó en Australia encontró una
obra bien establecida, pero todavía en sus comienzos. En el agresivo
programa de evangelismo que se estaba llevando a cabo, no sólo
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participaban los evangelistas; sino también sus esposas, que a me-
nudo daban estudios bíblicos e incluso ocasionalmente predicaban.
Se celebraban asimismo numerosos congresos campestres, y des-
pués de concluidos se continuaba instruyendo a los asistentes con
el fin de conservar lo que se había cosechando. Hubo abundantes