Reavivamiento de la reforma pro salud
Obediencia a las leyes naturales
Las leyes de la naturaleza son las leyes de Dios, por eso tenemos
el deber ineludible de estudiarlas con atención. Deberíamos com-
prender sus requisitos referentes a nuestros cuerpos y obedecerlos.
La ignorancia de estos temas es pecado.
“¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo?... ¿O
ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual
está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?
Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues a Dios
en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”.
1
Corintios 6:15, 19, 20
. Nuestros cuerpos son una propiedad adqui-
rida por Cristo, de manera que no podemos hacer con ellos lo que
nos plazca; sin embargo, la gente lo ha hecho. Ha tratado su cuerpo
como si las leyes que lo rigen no prescribieran ningún castigo. Su
apetito pervertido ha enfermado sus órganos y debilitado y deterio-
rado sus funciones. Como resultado, Satanás utiliza estas mismas
consecuencias causadas por él mediante sus engañosas tentaciones,
para insultar a Dios. Le presenta el cuerpo humano adquirido por
Cristo como su propiedad, ¡y en qué deplorable imagen de su Hace-
dor se convirtió! Dios es deshonrado porque el hombre pecó contra
su cuerpo y corrompió sus hábitos.
Cuando los hombres y las mujeres se hayan convertido realmen-
te, considerarán atentamente las leyes de la vida que Dios puso en su
ser, para evitar toda debilidad física, mental y moral. La obediencia
a estas leyes debe ser un asunto de conciencia. Sufriremos perso-
nalmente las enfermedades causadas por la violación de estas leyes.
Tendremos que responder ante Dios por nuestros hábitos y prácticas.
Por lo tanto, lo que debe preocuparnos no es: ¿Qué dirá la gente?,
sino: ¿Cómo, yo que pretendo ser cristiano, debo tratar la morada
que Dios me ha concedido? ¿Me esforzaré por lograr el más elevado
bienestar físico y espiritual posible, manteniendo mi cuerpo como
340