Página 117 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 7 (1998)

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La obra misionera médica en las ciudades
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las manos de Dios para cumplir el propósito que se propone: la
elevación de los seres humanos y su salvación.
Los evangelistas que realizan obra médica misionera podrán
llevar a cabo un excelente trabajo de pioneros. La obra del ministro
y la del médico misionero evangelista debieran integrarse completa-
mente. El médico cristiano debería considerar que su trabajo es tan
elevado como el del ministro. Se trata de una obra grande, sagrada y
muy necesaria. El médico y el ministro deberían comprender que se
hallan empeñados en la misma tarea. Deberían trabajar en armonía
perfecta. Deberían consultarse mutuamente. Su unidad dará testimo-
nio de que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo para salvar a
todos los que creen en él como Salvador personal.
Para realizar el servicio de Dios en las grandes ciudades se
deberían emplear médicos cuyas habilidades profesionales estén
por encima de las del médico común. Debieran hacer esfuerzos por
alcanzar a las clases elevadas. En San Francisco se está haciendo
algo de esto, pero se debe realizar mucho más aún. Que no haya
equivocaciones con referencia a la importancia y a la naturaleza de
estos esfuerzos. San Francisco es un territorio amplio y una parte
importante de la viña del Señor.
Los médicos misioneros que trabajan en las líneas del evangelis-
mo realizan una obra de orden tan elevado como la de los obreros
ministeriales. Los esfuerzos realizados por estos obreros no deben
circunscribirse a las clases más pobres. Las clases más elevadas se
han descuidado en forma inexplicable. Entre la gente más educada
muchos responderán favorablemente a la verdad porque la hallarán
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consistente y verán que porta el sello del elevado carácter del Evan-
gelio. Entre la gente ganada por este método hay no pocas personas
de habilidad que entrarán enérgicamente a la obra del Señor.
El Señor insta a los que ocupan posiciones de responsabilidad,
a quienes ha confiado sus preciosos dones, a que utilicen sus ta-
lentos intelectuales y sus medios en su servicio. Nuestros obreros
deberían presentar delante de estos hombres una declaración clara
de nuestro plan de trabajo, mostrándoles lo que necesitamos con el
fin de ayudar a los pobres y menesterosos, y para establecer esta
obra sobre una base firme. El Espíritu Santo impresionará a algunos
de ellos para que inviertan los medios del Señor de tal modo que
su causa prospere. Cumplirán su propósito mediante la creación