Página 124 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 7 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 7
no habrá tanto trabajo que hacer, y los ayudantes podrán dedicar
más tiempo al estudio de la Palabra, más tiempo a aprender cómo
realizar bien su trabajo, y más tiempo para contestar las preguntas
de los clientes que se muestren deseosos de aprender acerca de los
principios de la reforma de la salud.
Si cumplimos con el propósito de Dios al realizar esta obra, la
justicia de Cristo irá delante de nosotros, y la gloria del Señor será
nuestra retaguardia. Pero si no hay una cosecha de almas, si los
mismos ayudantes no se benefician espiritualmente, si no glorifican
a Dios en palabras y acciones, ¿por qué habríamos de abrir tales
establecimientos y mantenerlos funcionando? Si no podemos dirigir
nuestros restaurantes para la gloria de Dios, si somos incapaces de
ejercer una fuerte influencia religiosa a través de ellos, sería más
provechoso que los cerráramos y que utilizáramos los talentos de
nuestros jóvenes en otras líneas de trabajo. Pero nuestros restaurantes
pueden dirigirse de tal manera que constituyan un medio para salvar
almas. Pidamos fervientemente al Señor que nos conceda humildad
de corazón, de modo que nos enseñe a caminar en la luz de su
consejo, a comprender su Palabra, y a aceptarla, y que nos muestre
cómo ponerla en práctica.
* * * * *
Existe el peligro de que nuestros restaurantes sean dirigidos de
tal manera que nuestros ayudantes trabajen muy duramente día tras
día y semana tras semana, y que sin embargo no puedan identificar
ningún resultado positivo. Este asunto demanda una consideración
cuidadosa. No tenemos derecho de atar a nuestros jóvenes a un
trabajo que no produce frutos para la gloria de Dios.
También se corre el riesgo de que la obra de los restaurantes,
aunque se la considere como un medio maravilloso para hacer el
bien, sea dirigida de tal manera que sólo promueva el bienestar físico
de las personas a quienes sirve. Hay trabajos que aparentemente
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pueden ostentar los rasgos de suprema excelencia, pero no serán
aceptables a la vista de Dios a menos que se lleven a cabo con el
profundo deseo de hacer su voluntad y de cumplir su propósito. Si no
reconocemos a Dios como el autor y el fin de nuestras acciones, al ser
pesadas en las balanzas del santuario, se las encuentra inaceptables.