La fabricación de productos alimentarios
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Una obra maligna
Algunos de nuestros hermanos han hecho algo que ha perjudica-
do mucho a la causa. El conocimiento de los métodos para fabricar
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alimentos sanos, que Dios dio a su pueblo como medio de contribuir
a sostener su causa, lo han revelado estos hombres a negociantes del
mundo que lo están empleando para obtener ganancias personales.
Han vendido los bienes del Señor para su beneficio personal. Los
que han revelado así los secretos que poseían de la preparación de
los alimentos sanos, han abusado de la confianza que Dios les diera.
Al ver los resultados de este abuso de confianza, algunos lamentarán
con mucho pesar el no haber callado ni aguardado a que el Señor
condujese a sus siervos y elaborase sus propios planes. Algunos de
los que obtienen estos secretos procurarán estorbar la fabricación
de productos alimentarios por nuestro sanatorio y engañarán a sus
clientes para gran perjuicio de éstos.
El negocio de los alimentos sanos no debe ser arrebatado a aque-
llos que, en su administración, se esfuerzan por edificar la causa y
hacerla progresar. El Dr. Kellogg, con la ayuda de otros, y a un costo
muy elevado, ha estudiado los procesos requeridos en la preparación
de ciertos productos alimentarios especiales y ha establecido centros
costosos para su elaboración. Este trabajo ha insumido una gran can-
tidad de tiempo precioso, porque se han tenido que realizar muchos
experimentos. Y es sólo correcto que se permita cosechar el fruto
de su trabajo a quienes han laborado de ese modo e invertido de sus
propios medios. Como mayordomo del Señor, se le debería permi-
tir al Dr. Kellogg controlar una cantidad razonable de las entradas
recibidas por la venta de esos productos especiales que él mismo,
gracias a la bendición de Dios, ha sido capacitado para producir,
de modo que pueda tener medios con los cuales contribuir para el
avance de la obra de Dios, según la ocasión lo demande. Que ningu-
na persona, después de aprender los secretos de la composición de
dichos productos alimentarios, se sienta con libertad para elaborarlos
y comercializarlos con el fin de obtener ganancias personales. Que
nadie dé la falsa impresión de que trabaja en armonía con aquellos
que elaboraron por primera vez estos productos para la venta, cuan-
do no es así. Nadie tiene derecho a dedicarse a manufacturar estos
alimentos en forma egoísta. Vengamos todos delante del Señor y,