Página 137 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 7 (1998)

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Eduquemos a la gente
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El conocimiento relativo a la preparación de productos alimenta-
rios sanos es la propiedad de Dios y ha sido confiado a los hombres
para que éstos lo impartan a sus semejantes. Al decir esto no me
refiero a las fórmulas especiales que el Dr. Kellogg y otros han
perfeccionado después de mucho estudio y enormes gastos. Hablo
especialmente de los alimentos sencillos que todos pueden preparar
por sí mismos, acerca de cuya elaboración se puede instruir libremen-
te a todos los que desean vivir en forma saludable, y especialmente
a los pobres.
El Señor quiere que en todo lugar se estimule a hombres y muje-
res a desarrollar sus talentos en la preparación de alimentos sanos
con los productos naturales de su propia región. Si miran a Dios
y ejercen su habilidad e ingenio bajo la dirección de su Espíritu,
aprenderán a transformar los productos naturales en alimentos sa-
nos. Así podrán enseñar a los pobres a proveerse de alimentos que
reemplacen la carne. A su vez los que reciban esta ayuda podrán
instruir a otros. Una obra tal se ha de hacer todavía con celo y vigor
consagrados. Si se hubiese hecho antes, habría hoy muchas más
personas en la verdad, y muchos más instructores. Aprendamos cuál
es nuestro deber, y luego hagámoslo. No debemos ser incapaces ni
depender de otros para que hagan la obra que Dios nos ha confiado.
En el consumo de los alimentos, debemos ejercer buen sentido.
Cuando descubrimos que cierto alimento no nos sienta bien, no
necesitamos escribir cartas para averiguar la causa de la molestia.
Cambiemos el régimen; usemos menos de ciertos alimentos; provea-
mos otras preparaciones. Pronto conoceremos el efecto que tienen
sobre nosotros ciertas combinaciones. Como seres humanos inteli-
gentes, estudiemos individualmente los principios, y hagamos uso
de nuestra experiencia y juicio para decidir cuáles son los mejores
alimentos para nosotros.
Los alimentos debieran adaptarse a la ocupación a la cual nos de-
dicamos y al clima en el cual vivimos. Algunos alimentos apropiados
en un país no lo son en otros.
Algunas personas recibirían más beneficio de abstenerse de ali-
mentos durante un día o dos por semana que de cualquier tratamiento
o consejo médico. El ayunar un día por semana les sería de beneficio
incalculable.
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