El plan de Dios para nuestras casas publicadoras
Testigos en favor de la verdad
“Vosotros sois mis testigos, dice Jehová”, para “publicar libertad
a los cautivos, y a los presos abertura de la cárcel; a promulgar año
de la buena voluntad de Jehová, y día de venganza del Dios nuestro”.
Isaías 43:10; 61:1-2
.
Nuestra obra de publicaciones se estableció según las instruccio-
nes de Dios y bajo su dirección especial. Fue fundada para alcanzar
un objeto preciso. Los adventistas del séptimo día han sido elegidos
por Dios como pueblo especial, separado del mundo. Con el gran
instrumento de la verdad, los ha sacado de la cantera del mundo y
los ha relacionado consigo. Ha hecho de ellos representantes suyos,
y los ha llamado a ser sus embajadores durante esta última fase de
la obra de salvación. Les ha encargado que proclamen al mundo
la mayor suma de verdad que se haya confiado alguna vez a seres
mortales, las advertencias más solemnes y terribles que Dios ha-
ya enviado alguna vez a los hombres. Y nuestras casas editoras se
cuentan entre los medios más eficaces para realizar esta obra.
Estas instituciones deben ser testigos de Dios y enseñar la jus-
ticia al mundo. La verdad debe resplandecer de ellas como una
antorcha. Deben emitir constantemente en las tinieblas del mundo
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rayos de luz que adviertan a los hombres peligros que los exponen a
la destrucción, y parecerse así a la poderosa luz de un faro edificado
en una costa peligrosa.
Las páginas impresas que salen de nuestras casas editoras, deben
preparar a un pueblo para ir al encuentro de su Dios. En el mundo en-
tero, estas instituciones deben realizar la misma obra que hizo Juan
el Bautista en favor de la nación judaica. Mediante solemnes mensa-
jes de amonestación, el profeta de Dios arrancaba a los hombres de
sus sueños mundanos. Por su medio, Dios llamó al arrepentimiento
al apóstata Israel. Por la presentación de la verdad desenmascaraba
los errores populares. En contraste con las falsas teorías de su tiem-
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