Página 173 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 7 (1998)

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Relación de una casa editora con otra
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equivocados de acción, y para establecer una conducta equivocada.
Al hacerlo, no sólo logrará pervertir una institución, sino que ganará
también control de otras e imprimirá un rumbo equivocado a la obra
en lugares distantes. De este modo se desparrama la influencia del
mal. Que cada institución mantenga incólume su independencia
moral, y lleve a cabo su obra en su propio campo. Que los obreros
de cada una sientan que trabajan a la plena vista de Dios, de sus
santos ángeles y de los mundos no caídos.
Si una institución adopta medidas equivocadas, que las otras no
se corrompan. Que cada una se mantenga firme en los principios
expresados al establecerse, llevando adelante la obra en armonía
con dichos principios. Cada institución debe esforzarse por trabajar
en armonía con las demás solamente en la medida en que esto sea
consistente con la verdad y la justicia; pero ninguna de ellas debe
dar un paso más hacia la consolidación.
Rivalidad
No debe existir ningún tipo de rivalidad entre nuestras casas edi-
toras. Si este espíritu se permite crecerá y se fortalecerá, y desplazará
al espíritu misionero. La rivalidad contristará al Espíritu de Dios y
ahuyentará de la institución a los ángeles ministradores enviados
como colaboradores de quienes estiman la gracia de Dios.
Los dirigentes de nuestras instituciones no debieran nunca, ni en
lo más mínimo, tratar de aprovecharse el uno del otro. Estas actitudes
ofenden a Dios grandemente. El obrar con astucia, el esfuerzo por
obtener ventajas de los demás, es un mal que él no está dispuesto
a tolerar. Cualquier esfuerzo por hacer sobresalir a una institución
a expensas de las demás es un error. Cada censura o insinuación
negativa que tienda a menoscabar la influencia de una institución o
de sus obreros es contraria a la voluntad de Dios. Un esfuerzo tal
está animado por el espíritu de Satanás. Si se le da entrada, obrará
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como levadura para corromper a los obreros y frustrar los planes que
Dios tiene para su institución.