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Testimonios para la Iglesia, Tomo 7
No permita ningún autor que se lo convenza de regalar o vender
los derechos que posee sobre los libros que ha escrito. Reciban
una participación justa sobre las ganancias de su obra; entonces
consideren sus medios como un encargo de Dios, para ser utilizados
de acuerdo con la sabiduría que él impartiere.
Los que poseen la habilidad de escribir libros deberían com-
prender que también tienen la facultad de invertir las ganancias que
reciben. Si bien es correcto que entreguen una parte de ellas en
la tesorería, para proveer a las necesidades generales de la causa,
deberían sentir que tienen el deber de ponerse al corriente con las
necesidades de la obra y después de orar a Dios en demanda de sabi-
duría deberían invertir personalmente sus medios donde la necesidad
sea mayor. Que tomen en sus manos alguna línea de benevolencia.
Si sus mentes se hallan bajo la dirección del Espíritu Santo, recibi-
rán sabiduría para discernir dónde se necesitan los medios y serán
grandemente bendecidos al aliviar esa necesidad.
Un muy diferente estado de cosas existiría ahora si el plan del
Señor se hubiera seguido. Nunca se habrían gastado tantos fondos en
unas pocas localidades, dejando tan poco para invertir en la mayoría,
en muchas de las cuales aún no se ha levantado el estandarte de la
verdad.
Tengan cuidado nuestras casas editoras de no dejarse controlar
por principios equivocados en sus transacciones con los obreros
de Dios. Si en la institución hay empleados cuyos corazones no
se hallan bajo la dirección del Espíritu Santo, con toda seguridad
desviarán la obra hacia un curso equivocado. Algunos que profesan
ser cristianos consideran los negocios relacionados con la obra del
Señor como algo totalmente separado del servicio religioso. Dicen:
“La religión es religión, y el negocio es negocio. Estamos decididos
a hacer un éxito de lo que se nos ha confiado, y aprovechamos cual-
quier ventaja posible para promover esta línea especial de trabajo”.
De este modo se introducen planes contrarios a la verdad y la justicia
bajo la pretensión de que esto o aquello debe realizarse porque se
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trata de una buena obra que se lleva a cabo para el progreso de la
causa de Dios.
Hay hombres cuyo egoísmo los ha vuelto cortos de vista y de
criterio estrecho, que consideran su privilegio oprimir exactamente
a quienes Dios está usando para difundir la luz que les ha otorgado.