Página 179 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 7 (1998)

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Algunos obreros que debieran gozar de libertad en Dios se han visto
impedidos por las restricciones de los planes opresivos de quienes no
eran más que sus colaboradores. Todo esto no lleva sino la estampa
de lo humano, no de lo divino. Se trata de una invención humana que
conduce a la injusticia y a la opresión. La causa de Dios es ajena a
cualquier mancha de injusticia. No trata de obtener la menor ventaja
privando a los miembros de su familia de su individualidad o de sus
derechos. El Señor no sanciona la autoridad arbitraria ni tendrá nada
que ver con el menor egoísmo ni engaño. Dios aborrece todas esas
prácticas.
El Señor declara: “Porque yo Jehová soy amante del derecho,
aborrecedor del latrocinio para holocausto”. “No tendrás en tu bolsa
pesa grande y pesa chica, ni tendrás en tu casa efa grande y efa
pequeña. Pesa exacta y justa tendrás; efa cabal y justa tendrás...
porque abominación es a Jehová tu Dios cualquiera que hace esto, y
cualquiera que hace injusticia”
Isaías 61:8
;
Deuteronomio 25:13-16
.
“Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jeho-
vá de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte
ante tu Dios”.
Miqueas 6:8
.
Una de las aplicaciones más elevadas de estos principios se halla
en el reconocimiento del derecho que el hombre tiene de sí mismo,
del control de su propia mente, de la mayordomía de sus talentos,
el derecho de recibir y compartir el fruto de sus propias labores.
Nuestras instituciones gozarán de fortaleza y poder solamente en
la medida en que reconozcan estos principios en todas sus relacio-
nes con sus semejantes: sólo en la medida en que obedezcan las
instrucciones de la Palabra de Dios en todas sus transacciones.
* * * * *
Cada facultad que Dios nos ha prestado, sea física, mental o
espiritual debe ser cultivada religiosamente para realizar la obra que
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se nos ha asignado en favor de nuestros semejantes que perecen en
la ignorancia. Cada uno debe ocupar sin impedimentos su puesto
del deber, sirviendo humildemente al Señor, y siendo responsable
personalmente por su propio trabajo. “Y todo lo que hagáis, hacedlo
de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que
del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo