Página 193 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 7 (1998)

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La confianza en Dios
La confianza en Dios es la primera lección que deben aprender
los obreros de nuestras instituciones. Antes de tener éxito en cual-
quier renglón de servicio, deben aceptar individualmente la verdad
contenida en las palabras de Cristo: “Sin mí nada podéis hacer”.
La rectitud tiene su raíz en la piedad. Ningún ser humano puede
ser justo si no tiene fe en Dios ni mantiene una conexión vital con
él. Tal como las flores del campo tienen sus raíces en el suelo y
tal como deben recibir el aire, el rocío, las lluvias y la luz del sol,
así también nosotros debemos recibir de Dios los elementos que
sostienen la vida del alma. Sólo recibimos poder para obedecer sus
mandamientos cuando nos transformamos en participantes de su
naturaleza. Ninguna persona, elevada o humilde, instruida o ignoran-
te, podrá mantener constantemente una vida pura e impresionante
delante de sus semejantes a menos que ésta se halle escondida con
Cristo en Dios. Mientras mayor sea la actividad que se realice entre
los hombres, más estrecha será la comunión del corazón con Dios.
El Señor ha indicado que los empleados de las casas editoras
deben ser instruidos en asuntos religiosos. Esta obra es infinitamente
más importante que las ganancias financieras. La salud espiritual
de los obreros debe constituir nuestra primera preocupación. To-
men tiempo para comenzar su trabajo con oración cada mañana.
No piensen que esa es una pérdida de tiempo; son momentos que
vivirán durante las edades eternas. De este modo se tendrá éxito y se
obtendrán victorias espirituales. La maquinaria responderá al toque
de la mano del Maestro. Verdaderamente vale la pena solicitar la
bendición de Dios, y el trabajo no puede ser bien hecho a menos que
se comience bien. Cada obrero debe fortalecer sus manos y purificar
su corazón antes que el Señor pueda utilizarlo efectivamente.
Si queremos vivir vidas cristianas consecuentes, debemos avivar
la conciencia mediante una relación constante con la Palabra de Dios.
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Todas las preciosas bendiciones que Dios nos ha provisto mediante
un precio infinito no nos harán ningún bien, no nos fortalecerán ni
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