El dominio propio y la fidelidad
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No debiera conservarse en una institución del Señor, cualquiera
que sea, a nadie que en un momento difícil no comprenda que estas
instituciones son sagradas. Si los empleados no encuentran placer
en la verdad, si su relación con la institución no los hace mejores,
si no crea en ellos ningún amor por la verdad, entonces, después
de un tiempo de prueba suficiente, separadlos de la obra, porque
su impiedad y su incredulidad influyen sobre los demás. Por su
medio, los malos ángeles trabajan para desviar a quienes ingresan
en la institución como aprendices. Debéis tener como aprendices a
jóvenes promisorios que amen a Dios. Mas si los ponéis con otros
que no tengan amor por Dios, están constantemente expuestos al
peligro por esta influencia irreligiosa. Los espíritus mundanos, los
que se entregan a la maledicencia, los que se deleitan en conversar
de las faltas ajenas sin pensar en las propias, deben quedar separados
de la obra.
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