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Testimonios para la Iglesia, Tomo 7
mente estrecha y de un espíritu tacaño. Pero no pocos barcos se han
hundido a causa de un agujero pequeño. No se debe permitir que
se desperdicie nada que podría servir a un propósito útil. Con toda
certidumbre la falta de economía acarreará deudas sobre nuestras
instituciones. Aunque se recibiera mucho dinero, se perdería en los
pequeños despilfarros de cada rama de la obra. La economía no es
mezquindad.
Cada hombre y mujer empleados en la casa editora debería
constituirse en un centinela fiel, que cuide de que nada se desperdicie.
Todos debieran estar en guardia contra las supuestas necesidades
que requieren un desembolso de medios. Algunas personas viven
mejor con 400 dólares al año de lo que otros hacen con 800. Lo
mismo sucede con nuestras instituciones; algunos pueden manejarlas
con mucho menos capital de lo que pueden otros. Dios desea que
todos los obreros practiquen la economía y especialmente que sean
mayordomos fieles.
Cada obrero de nuestras instituciones debe recibir una compen-
sación adecuada. Si los trabajadores reciben sueldos satisfactorios,
pueden experimentar el placer de hacer donaciones a la causa. No
es justo que algunos reciban una gran cantidad de salario mientras
que otros, que realizan un trabajo fiel y esencial, reciban muy poco.
Sin embargo, hay casos en los cuales debe hacerse una dife-
rencia. Hay personas conectadas con las casas editoras que llevan
responsabilidades muy pesadas sobre sus hombros y cuyo trabajo
es de gran valor para la institución. En muchos otros trabajos se ha-
brían tenido que preocupar enormemente menos y, financieramente,
habrían obtenido un provecho mucho mayor. Todos pueden ver que
es injusto pagarles a esas personas sueldos no más elevados de los
que se pagan a un mero trabajador manual.
Si el Señor responsabiliza a una mujer para realizar cierta labor,
su trabajo debiera ser estimado de acuerdo con lo que vale. Algunos
podrían considerar que es recomendable la práctica de permitir a
algunas personas que dediquen todo su tiempo y esfuerzo a la obra
sin recibir ninguna recompensa monetaria. Pero Dios no aprueba
estos arreglos. Cuando una escasez de fondos requiere abnegación,
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la carga no debe descansar sola y enteramente sobre unas pocas
personas. Que todos se unan en el sacrificio.