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Testimonios para la Iglesia, Tomo 7
que los rodean, exaltando a Cristo mediante una vida piadosa, miles
de almas se salvarían. Cuando el pueblo de Dios se convierta de
veras, cuando comprenda que sobre cada uno descansa la obligación
de laborar en favor de los que se hallan a su alcance, cuando prueben
todos los medios para rescatar a los pecadores del poder del enemigo,
entonces se quitará el baldón de nuestras iglesias.
Ya nos queda muy poco tiempo para prepararnos para la eterni-
dad. Que el Señor abra los ojos cerrados de su pueblo y avive sus
sentidos adormecidos, para que puedan darse cuenta que el Evan-
gelio es poder de Dios para la salvación a todo aquel que cree. Que
todos comprendan la importancia de representar a Dios de una ma-
nera tan pura y tan justa que el mundo pueda contemplarlo en su
hermosura. Que el Espíritu que mora en él, los llene de tal manera
que el mundo no tenga poder para desviarlos de la tarea de presentar
a los seres humanos las posibilidades maravillosas que se hallan
delante de cada alma que recibe a Cristo.
Se necesita una dedicación más cabal en todas las líneas de
trabajo. El tiempo pasa. Los siervos de Dios han de ser “en lo que
requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo
al Señor”.
Romanos 12:11
. La gente necesita la verdad, y ésta les
ha de ser comunicada mediante esfuerzos fervientes y fieles. Hay
que buscar a las almas, orar por ellas y trabajar en su favor. Han
de hacerse llamamientos fervorosos y se deben ofrecer oraciones
fervientes. Nuestras peticiones débiles y sin espíritu han de ser
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reemplazadas por súplicas llenas de intenso fervor. La Palabra de
Dios declara: “La oración eficaz del justo puede mucho”.
Santiago
5:16
.
* * * * *
El mundo es nuestro campo de esfuerzo misionero y hemos
de salir a trabajar rodeados con la atmósfera del Getsemaní y del
Calvario.
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