Página 259 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 7 (1998)

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Disciplina eclesiástica
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Cualquiera que sea el carácter de la ofensa, no cambia el plan
que Dios trazó para el arreglo de las desinteligencias e injurias
personales. El hablar a solas y con el espíritu de Cristo a aquel
que faltó eliminará la consiguiente dificultad. Id a aquel que erró,
y con el corazón lleno del amor y de la simpatía de Cristo tratad
de arreglar el asunto. Razonad con él con calma y tranquilidad. No
dejéis escapar de vuestros labios palabras airadas. Hablad de una
manera que apele a su mejor criterio. Recordad las palabras: “Sepa
que el que hubiere hecho convertir al pecador del error de su camino,
salvará un alma de muerte, y cubrirá multitud de pecados”.
Santiago
5:20
.
Llevad a vuestro hermano el remedio que curará la enfermedad
del desafecto. Haced vuestra parte para ayudarle. Por amor a la paz
y la unidad de la iglesia, considerad este proceder tanto un privilegio
como un deber. Si os oye, habréis ganado un amigo.
Todo el cielo está interesado en la entrevista entre aquel que
ha sido perjudicado y el que está en error. Y cuando el que erró
acepta la reprensión ofrecida con el amor de Cristo y, reconociendo
su error, pide perdón a Dios y a su hermano, la alegría del cielo
llena su corazón. La controversia terminó. La amistad y la confianza
quedaron restauradas. El aceite del amor elimina la irritación causada
por el mal. El Espíritu de Dios liga un corazón al otro; y hay en el
cielo música por la unión realizada.
Mientras los que están así unidos en la comunión cristiana ofre-
cen oración a Dios y se comprometen a obrar con justicia, a amar
la misericordia y a andar humildemente con Dios, reciben gran
bendición. Si han perjudicado a otros, continúen la obra de arre-
pentimiento, confesión y restitución, plenamente resueltos a hacerse
bien unos a otros. Este es el cumplimiento de la ley de Cristo.
“Mas si no te oyere, toma aun contigo uno o dos, para que en
boca de dos o tres testigos conste toda palabra”.
Mateo 18:16
. Tomad
con vosotros personas de ánimo espiritual, y hablad de su mal al
que erró. Tal vez ceda a las súplicas unidas de sus hermanos. Al ver
cómo ellos están de acuerdo con el asunto, tal vez su mente quede
iluminada.
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“Y si no oyere a ellos”, ¿qué debe hacerse? ¿Tendrán que asumir
algunas personas de la junta directiva la responsabilidad de des-
pedir de la iglesia al que erró? “Y si no oyere a ellos,
dilo a la