Página 260 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 7 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 7
iglesia
”.
Mateo 18:17
. Tome la iglesia un acuerdo con respecto a
sus miembros.
“Y si no oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia,
tenle por étnico y publicano”.
vers. 17
. Si él no quiere escuchar a
la iglesia, si rechaza todos los esfuerzos hechos por salvarle, a la
iglesia incumbe la responsabilidad de separarle de su comunión. Su
nombre debe entonces borrarse de los libros.
Ningún dirigente de la iglesia debe aconsejar, ninguna junta
directiva recomendar, ni ninguna iglesia votar que el nombre de
una persona que obra mal sea excluido de los libros de la iglesia,
hasta que se hayan seguido fielmente las instrucciones dadas por
Cristo. Cuando estas instrucciones se hayan cumplido, la iglesia
queda justificada delante de Dios. El mal debe, pues, presentarse tal
cual es, y debe ser suprimido, a fin de que no se propague. La salud y
la pureza de la iglesia deben ser preservadas, para que ella aparezca
delante de Dios sin mancha, revestida del manto de la justicia de
Cristo.
Si el que erró se arrepiente y se somete a la disciplina de Cristo,
se le ha de dar otra oportunidad. Y aun cuando no se arrepienta, aun
cuando quede fuera de la iglesia, los siervos de Dios tienen todavía
una obra que hacer en su favor. Han de procurar fervientemente que
se arrepienta. Y por graves que hayan sido sus ofensas, si él cede
a las súplicas del Espíritu Santo y, confesando y abandonando su
pecado, da indicios de arrepentimiento, se le debe perdonar y darle
de nuevo la bienvenida al redil. Sus hermanos deben animarle en el
buen camino, tratándole como quisieran ser tratados si estuviesen
en su lugar, considerándose a sí mismos, no sea que ellos también
sean tentados.
“De cierto os digo -continuó Cristo-, que todo lo que ligareis en
la tierra, será ligado en el cielo; y todo lo que desatareis en la tierra,
será desatado en el cielo”.
Mateo 18:18
.
Esta declaración rige para todos los siglos. A la iglesia ha sido
conferido el poder de actuar en lugar de Cristo. Es instrumento de
Dios para la conservación del orden y la disciplina entre su pueblo.
En ella ha delegado el Señor el poder para arreglar todas las cuestio-
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nes relativas a su prosperidad, pureza y orden. A ella le incumbe la
responsabilidad de excluir de su comunión a los que no son dignos
de ella, a los que por conducta anticristiana deshonrarían la verdad.