Página 279 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 7 (1998)

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Una sabia distribución de los recursos
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de la obra, y se nieguen a cubrir de deudas la causa de Dios. Que
nadie actúe descuidada y temerariamente creyendo, sin estar seguro,
que todo saldrá bien.
El entusiasmo y el interés indebidos que se manifiestan por el
adelanto de la obra en un lugar determinado, en nada contribuyen al
adelanto de la obra como un todo. Cuando se hacen planes para cons-
truir un edificio en algún lugar, dése una consideración cuidadosa a
otros lugares que también tienen una necesidad igualmente urgente
de dinero para erigir edificios indispensables. El tiempo es corto,
y aunque urge la construcción de edificios, que esto se haga con la
debida consideración de todos los sectores de la viña del Señor. La
persona que esté a cargo de la construcción debe ser un individuo
de mente sólida y santificada, no uno que, en su ansiedad por erigir
una hermosa pieza arquitectónica, acarree perplejidad sobre la obra
a causa de los gastos elevados.
Dios no es el autor de la confusión, sino del orden y del progreso.
Que quienes desean hacer que su reino progrese avancen pruden-
temente y construyan con inteligencia. Que nadie actúe impulsado
por la suposición desatinada de que hay que invertir medios con el
fin de impresionar. Así dice el Señor: “No se deben emplear así los
recursos, porque se lo hace a expensas de las almas”.
Los resultados de una administración egoísta se yerguen hoy
delante de nosotros como un testimonio de la sabiduría de hombres
cuyas mentes y corazones tenían necesidad de la dirección del Es-
píritu Santo. El Señor tiene muchas maneras de poner a prueba y
verificar la pretensión de quienes dicen ser cristianos. Ha identifi-
cado los resultados de la sabiduría humana con certeza inequívoca,
demostrando a quienes suponían que realizaban grandes cosas, que
necesitan revisar el pasado; que necesitan darse cuenta de que no
eran movidos por el Espíritu Santo, sino que rehusaron el consejo
del Señor en muchas cosas. Si hubieran practicado este autoexamen
al comienzo de sus labores, como el Señor les indicó que lo hicieran,
un servicio que deshonró a Dios durante años habría sido reemplaza-
do por un servicio de amor. Cada miembro de cada familia necesita
realizar esta tarea de autoexamen, de lo contrario descubrirán, como
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le sucedió a Saulo, que están condenados a la destrucción. Esto
se aplica particularmente a los individuos que ocupan posiciones
de responsabilidad. El Señor dijo: “No colaboraré con ningún plan