Página 36 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 7 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 7
En el futuro, el Espíritu del Señor impresionará a personas que
se dedican a los quehaceres comunes de la vida para que dejen sus
empleos ordinarios y salgan a proclamar el último mensaje de mi-
sericordia. Es necesario prepararlos para el trabajo tan rápidamente
como sea posible, a fin de que sus esfuerzos sean coronados de éxito.
Ellos colaboran con los agentes celestiales, porque están dispuestos
a gastar y a ser gastados en el servicio del Maestro. Nadie está au-
torizado a estorbar a estos obreros. En cambio, se les debe desear
la bendición de Dios cuando salen a cumplir la gran comisión. Al
hablar de ellos no se debe utilizar ninguna palabra descomedida,
porque siembran la semilla del Evangelio en los lugares difíciles de
la tierra.
Las cosas mejores de la vida: la sencillez, la honestidad, la ve-
racidad, la pureza, la integridad intachable, no se pueden comprar
ni vender; son tan gratuitas para el ignorante como para el educado,
para el hombre de color como para el blanco, y para el humilde
campesino como para el rey que se sienta sobre su trono. El regocijo
del Salvador será compartido por obreros humildes que no confían
en sus propias fuerzas, sino que trabajan con sencillez, poniendo
siempre su confianza en Dios. Sus oraciones perseverantes traerán
almas a los pies de la cruz. Jesús influirá en los corazones de la gente
y obrará milagros en la conversión de las almas, en respuesta a los
esfuerzos abnegados de estos obreros. Los seres humanos ingresarán
a la comunidad de la iglesia. Se edificarán casas de reuniones y se
establecerán escuelas. Los corazones de los obreros se llenarán de
regocijo al observar la salvación de Dios.
* * * * *
Cuando los redimidos se congreguen en la presencia de Dios,
se darán cuenta de cuán imperfectas eran sus conclusiones acerca
de lo que el cielo considera como éxito. Al repasar sus esfuerzos
por alcanzar el éxito descubrirán cuán insensatos eran sus planes,
cuán triviales sus supuestas pruebas, y cuán irrazonables sus dudas.
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Entonces verán cuán a menudo acarrearon el fracaso sobre lo que
hacían por no confiar en lo que Dios decía. Entonces una verdad
se destacará con toda claridad: la posición que se ocupa no prepara
al hombre para entrar en las cortes celestiales. También se darán