Página 40 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 7 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 7
El poder concedido a los apóstoles
En el día del Pentecostés el Infinito se reveló a la iglesia podero-
samente. Descendió de las alturas de los cielos mediante su Santo
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Espíritu y entró como un viento poderoso en el aposento donde los
discípulos se hallaban reunidos. Parecía como si esta influencia hu-
biera estado restringida durante siglos y ahora el cielo se regocijara
en derramar sobre la iglesia las riquezas del poder del Espíritu. Y,
bajo la influencia del Espíritu, se mezclaron las palabras de peni-
tencia y confesión con los cánticos de alabanzas por los pecados
perdonados. Se oyeron palabras de profecía y acciones de gracia.
Todo el cielo se inclinó para contemplar y adorar la sabiduría del
amor incomparable e imposible de comprender. Maravillados, los
apóstoles y los discípulos exclamaron: “En esto consiste el amor”.
1
Juan 4:10
. Recibieron el don que se les había impartido. ¿Y cuál fue
el resultado? Miles se convirtieron en un día. La espada del Espíritu,
afilada con poder y bañada en los relámpagos del cielo, se abrió
camino en medio de la incredulidad.
Los corazones de los discípulos se hallaban embargados de una
benevolencia tan plena, tan profunda, de tan amplio alcance que los
impulsó a viajar hasta los confines de la tierra para testificar: “No
permita Dios que nos gloriemos sino en la cruz de nuestro Señor
Jesucristo”. Los embargaba el intenso deseo de que se agregaran a
la iglesia los que debían ser salvos. Instaron a los creyentes a que se
levantaran e hicieran su parte para que todas las naciones pudieran
escuchar la verdad y la tierra fuera alumbrada con la gloria del Señor.
Hoy se revelará el mismo poder
Los apóstoles llegaron a ser lo que fueron por la gracia de Cristo.
La devoción sincera y humilde y la oración ferviente los pusieron
en íntima comunión con él. Se sentaron con el Señor en los lugares
celestiales. Comprendieron la enormidad de su deuda para con él.
Mediante la oración sentida y perseverante obtuvieron el don del
Espíritu Santo, y luego salieron cargados con la responsabilidad de
salvar almas y colmados de celo a extender los triunfos de la cruz.
Y como resultado de sus labores, muchas almas fueron trasladadas
de las tinieblas a la luz y se organizaron numerosas iglesias.