Página 41 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 7 (1998)

Basic HTML Version

Auméntense los triunfos de la cruz
37
¿Seremos hoy menos fervorosos que los apóstoles? Mediante una
fe viviente ¿no reclamaremos como nuestras las mismas promesas
[34]
que desde lo íntimo de su ser los motivaron a suplicar al Señor Jesús
que cumpliera sus palabras: “Pedid, y recibiréis”
Juan 16:24
? ¿No
ha de venir hoy también el Espíritu de Dios, en respuesta a la oración
perseverante y sentida, para llenar a los hombres de poder? ¿Acaso
hoy no asegura Dios también a sus obreros suplicantes, creyentes
y confiados, que imparten el conocimiento de las Escrituras a los
que ignoran las preciosas verdades que contiene, “he aquí yo estoy
con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”
Mateo 28:20
?
Entonces, ¿por qué la iglesia es tan débil y falta de espiritualidad?
Así como los discípulos salieron a predicar el Evangelio llenos
del poder del Espíritu, de igual manera lo han de hacer los siervos
de Dios en la actualidad. Debemos emprender la obra del Señor
colmados con el sincero deseo de impartir el mensaje de misericordia
a los que se hallan en las tinieblas del error y de la incredulidad. El
es quien nos asigna lo que debemos realizar en colaboración con él y
él mismo se encargará de influir en los corazones de los inconversos
para llevar a cabo su obra en las regiones lejanas. Ya hay muchos
que están recibiendo el Espíritu Santo, y el camino nunca más se
verá bloqueado por una indiferencia apática.
¿Por qué quedó registrada la historia del trabajo realizado por los
discípulos con celo piadoso, mientras el Espíritu Santo los animaba
y vitalizaba, si no fue para que el pueblo del Señor se inspirara hoy
en ese registro con el fin de laborar fervientemente para él? En la
actualidad es tanto más esencial que el Señor haga por su pueblo lo
que hizo en el tiempo pasado. Cada miembro de iglesia debe realizar
actualmente todo lo que los apóstoles hicieron. Y el Espíritu Santo
acompañará en medida mucho más abundante la obra que nos toca
cumplir con mucho mayor fervor, porque el aumento de la impiedad
exige una amonestación tanto más decidida al arrepentimiento.
Todo aquel sobre quien brilla la luz de la verdad presente debe
compadecerse por los que están en tinieblas. Claros y definidos ra-
yos de luz deben reflejarse en todos los creyentes. El Señor espera
realizar hoy una obra similar a la que delegó a sus mensajeros para
que la llevaran a cabo después del día del Pentecostés. En este tiem-
po, cuando el fin de todas las cosas se acerca, ¿no debería ser mayor
[35]
el celo de la iglesia que el que caracterizó a la iglesia primitiva? Los