Página 52 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 7 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 7
su protección durante la noche, y para pedirle su ayuda y cuidado
durante el día? ¿No es propio también, cuando llega el anochecer,
que los padres y los hijos se reúnan una vez más delante de Dios para
agradecerle las bendiciones recibidas durante el día que termina?
El padre, o en su ausencia la madre, debe presidir el culto y elegir
un pasaje interesante de las Escrituras que pueda comprenderse con
facilidad. El culto debe ser corto. Cuando se lee un capítulo largo y
se hace una oración larga, el culto se torna fatigoso y se siente alivio
cuando termina. Dios queda deshonrado cuando el culto se vuelve
árido y fastidioso, cuando carece tanto de interés que los hijos le
temen.
Padres y madres, cuidad de que el momento dedicado al culto
de familia sea en extremo interesante. No hay razón alguna porque
no sea éste el momento más agradable del día. Con un poco de
preparación podréis hacerlo interesante y provechoso. De vez en
cuando, introducid algún cambio. Se pueden hacer preguntas con
referencia al texto leído, y dar con fervor algunas explicaciones
oportunas. Se puede cantar un himno de alabanza. La oración debe
ser corta y precisa. El que ora debe hacerlo con palabras sencillas y
fervientes; debe alabar a Dios por su bondad y pedirle su ayuda. Si
las circunstancias lo permiten, dejad a los niños tomar parte en la
lectura y la oración.
La eternidad sola pondrá en evidencia el bien realizado por esos
cultos de familia.
La vida de Abraham, el amigo de Dios, fue una vida de oración.
Dondequiera que levantase su tienda, construía un altar sobre el
cual ofrecía sacrificios, mañana y noche. Cuando él se iba, el altar
permanecía. Y al pasar cerca de dicho altar el nómada cananeo,
sabía quién había posado allí. Después de haber levantado también
su tienda, reparaba el altar y adoraba al Dios vivo.
Así es como el hogar cristiano debe ser: una luz en el mundo.
De él, mañana y noche, la oración debe elevarse hacia Dios como el
humo del incienso. En recompensa, la misericordia y las bendicio-
nes divinas descenderán como el rocío matutino sobre los que las
imploran.
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Padres y madres, cada mañana y cada noche juntad a vuestros
hijos alrededor vuestro, y elevad vuestros corazones a Dios en hu-
mildes súplicas. Vuestros amados están expuestos a la tentación.