Página 56 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 7 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 7
en vuestras palabras y bondadosos en vuestras acciones; renunciad
a vuestros deseos personales. Vigilad vuestras palabras, porque ellas
ejercen una influencia considerable para bien o para mal. No dejéis
traslucir irritación en la voz, mas poned en vuestra vida el dulce
perfume de la semejanza de Cristo.
Antes de entrar en una unión tan íntima como el matrimonio, un
hombre debiera aprender a dominarse a sí mismo y a tratar con los
demás.
En la educación de los hijos, hay ciertas circunstancias en las
cuales la voluntad firme de la madre se halla en pugna con la vo-
luntad irracional e indisciplinada del niño. En tales casos, la madre
necesita mucha sabiduría. Al obrar de una manera poco prudente, al
someter al niño por la fuerza, se le puede hacer un daño incalculable.
Una crisis tal debe evitarse tanto como se pueda, porque implica
una lucha violenta tanto para la madre como para el niño. Pero
cuando dicha crisis se produce, hay que inducir al niño a someter su
voluntad a la voluntad más sabia de sus padres.
La madre debe dominarse perfectamente, y no hacer nada que
despierte en su hijo un espíritu de desafío. Nunca debe dar órdenes
a gritos. Ganará mucho si conserva una voz dulce y amable. Debe
tratar a su hijo de modo que lo conduzca a Jesús. Ella debe acordarse
de que Dios es su sostén, y el amor su fuerza. Si es una creyente
prudente, no tratará de obligar a su hijo a someterse. Ella orará con
fervor para que el enemigo no obtenga la victoria, y mientras ore, se
dará cuenta de que su vida espiritual se renueva. Verá que el mismo
poder que obra en ella obra también en su hijo. Este se volverá más
amable y sumiso. Así ganará la victoria. La paciencia, la bondad,
las sanas palabras de la madre cumplen esa obra. La paz sucede a
la tormenta como el sol a la lluvia. Los ángeles que observaron la
escena entonan cantos gozosos.
Estas crisis se producen también entre marido y mujer. A menos
que ellos estén bajo la influencia del Espíritu de Dios, manifestarán
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en tales ocasiones el mismo espíritu impulsivo e irracional que se
revela tan a menudo en los niños. Esa lucha entre dos voluntades
será entonces parecida al choque del pedernal contra el pedernal.
Hermano mío, sea bueno, paciente, indulgente. Acuérdese de que
su esposa le ha aceptado por marido no para que usted la domine sino
para que le ayude. No sea nunca imperioso y arbitrario. No haga uso