Página 62 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 7 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 7
puede hallar en Jesús, hará que sus corazones rebosen de alabanzas
para Dios.
La inversión de una gran cantidad de dinero en unos pocos
lugares es contraria a los principios del cristianismo. Se debe cons-
truir cada edificio teniendo en mente las necesidades de edificios
similares en otros lugares. De los hombres que ocupan posiciones
de confianza dentro de su obra, Dios demanda que no estorben el
camino del progreso usando egoístamente todos los medios que
puedan obtenerse en el desarrollo de unos pocos lugares favorecidos,
o solamente en una o dos líneas de trabajo.
En los días tempranos de la predicación del mensaje muchísimos
de nuestros hermanos poseían el espíritu de autonegación y de sa-
crificio personal. Por eso se tuvo un buen comienzo y los esfuerzos
realizados fueron coronados de éxito. Pero la tarea no se ha desarro-
llado como debiera. Ha habido demasiada concentración en Battle
Creek y en Oakland y en otros pocos lugares. Nuestros hermanos
nunca debieran haber concentrado tantos edificios en un solo lugar,
como hicieron en Battle Creek.
El Señor ha indicado que su obra debe llevarse a cabo con el
mismo espíritu con que empezó. El mundo tiene que ser amones-
tado. Se debe entrar en un campo tras otro. Esta es la orden que se
nos ha dado: “Agréguense nuevos territorios; agréguense nuevos
territorios”. Como pueblo, mediante nuestras transacciones comer-
ciales, por la actitud que asumamos ante un mundo no salvado, ¿no
debiéramos dar hoy un testimonio mucho más claro y decisivo que
el que dimos hace veinte o treinta años?
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Una gran luz ha resplandecido sobre nosotros con referencia a
los últimos días de la historia de esta tierra. Que nuestra debilidad
y falta de sabiduría no den evidencia de ceguera espiritual. Los
mensajeros de Dios deben estar vestidos de poder. Deben mostrar
una reverencia elevadora por la verdad que hoy por hoy no poseen.
El solemne y sagrado mensaje de amonestación del Señor se debe
proclamar en los territorios más difíciles y en las ciudades más
pecaminosas: en cada lugar donde todavía no ha amanecido la luz
del mensaje del tercer ángel. La última invitación a la cena de bodas
del Cordero se debe dar a cada ser humano.
Al proclamar el mensaje, los siervos de Dios se verán llamados a
lidiar con muchas perplejidades y a vencer innumerables obstáculos.