Página 64 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 7 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 7
dequiera que se ponga en marcha un programa educativo misionero
robusto, también se debería establecer alguna clase de restauran-
te donde se preparen comidas sanas y que sirva como ilustración
práctica de la manera correcta de seleccionar los alimentos y de
prepararlos en forma saludable.
Cuando me hallaba en Los Ángeles se me dieron instrucciones
referentes al establecimiento de restaurantes vegetarianos y clínicas,
no sólo en esa ciudad, sino también en San Diego y en otros centros
turísticos de la parte Sur de California. Nuestros esfuerzos en estas
líneas de trabajo deben incluir los grandes balnearios. Tal como la
voz de Juan el Bautista se escuchó en el desierto con el mensaje de
“Preparad el camino del Señor”, así también deben oírse las voces
de los mensajeros del Señor en los grandes balnearios y centros
turísticos.
Los estados del sur
Tengo un mensaje con referencia al territorio del Sur. En este
campo tenemos que realizar una gran obra. Su condición constituye
una condenación para nuestro cristianismo profeso. Observen su
escasez de pastores, maestros y médicos misioneros. Consideren la
ignorancia, la pobreza, la miseria, y la desesperación de muchos de
sus habitantes. Y sin embargo este campo se encuentra en nuestras
puertas. ¡Cuán egoístas y descuidados hemos sido con nuestros ve-
cinos! Hemos pasado junto a ellos insensiblemente, haciendo muy
poco para aliviar su sufrimiento. Si nuestro pueblo hubiera estudiado
y obedecido la comisión evangélica, el Sur habría recibido una parte
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proporcional de nuestro ministerio. Si los que han recibido la luz
hubieran andado en ella, se habrían percatado de que la responsabi-
lidad de cultivar esta parte tan descuidada de la viña, descansa sobre
ellos.
Dios pide que su pueblo ponga a su disposición una parte de
los medios que les ha encomendado para que se puedan establecer
nuestras instituciones en esos campos destituidos, pero que están
maduros para la cosecha. El pide que los que tienen dinero en los
bancos lo pongan a circular. Cuando contribuimos de nuestra sustan-
cia al sostenimiento de la obra de Dios, demostramos prácticamente