Página 68 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 7 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 7
practicarán cuidadosamente. Delante de los tales irá la justicia de
Cristo, y la gloria de Dios será su retaguardia.
Se me ha mostrado que en muchas ciudades es aconsejable que
un restaurante funcione en conexión con las salas de tratamiento.
Ambas instituciones pueden colaborar en la tarea de levantar en alto
los principios rectos. Junto con éstas, a veces es aconsejable tener
salas que sirvan como albergues para los enfermos. Estos estableci-
mientos servirán como semilleros para los sanatorios localizados en
el campo y es mejor que se los haga funcionar en edificios alquila-
dos. En las ciudades no debemos construir edificios grandes para el
cuidado de los enfermos, porque Dios ha indicado claramente que
los enfermos pueden ser cuidados con mayor eficiencia fuera de las
ciudades. En muchos lugares se verá la necesidad de comenzar con
el trabajo de los sanatorios dentro de las ciudades; sin embargo, en
la medida de lo posible, se debiera transferir esta obra al campo tan
pronto como se pueda encontrar un lugar aceptable.
De acuerdo con la luz que he recibido, en lugar de dedicar todas
nuestras energías a la construcción de unas pocas instituciones médi-
cas enormes, debiéramos establecer muchas, aunque más pequeñas.
Encontrar los talentos necesarios para dirigir como se debe un sa-
natorio grande, resulta casi imposible. En esos casos no todos los
obreros se hallan bajo el control del Espíritu de Dios, como debieran,
y entre ellos reina un espíritu de mundanalidad.
La fuerza y el gozo de beneficiar a la humanidad no dependen
de edificios costosos. Debemos recordar cuántas personas sufren
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por falta del alimento y el vestido necesarios. Nuestros planes de
edificación no debieran verse afectados por nuestras aspiraciones de
grandeza. Cumplamos nuestro deber, y dejemos los resultados con
Dios, el único que puede concedemos el éxito. Cualquier otro dinero
adicional que se pueda obtener gástese en la instalación de centros
adecuados para la restauración de la salud. Que todos nuestros
sanatorios sean erigidos para proveer salud y felicidad; háganse
planes para situarlos de tal manera que los pacientes obtengan las
bendiciones de la luz del sol; y arréglense de tal modo que se ahorre
cada paso innecesario.
En esta obra es mejor comenzar en forma pequeña en muchos
lugares y permitir que la Providencia divina indique con cuánta rapi-
dez se han de aumentar las instalaciones. Los centros pequeños que