Página 79 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 7 (1998)

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Un mensaje para nuestros médicos
El médico cristiano debe ser un mensajero de misericordia para
los enfermos, portador de un remedio tanto para el alma enferma de
pecado como para el cuerpo afligido por la enfermedad. Al mismo
tiempo que usa los remedios sencillos que Dios ha provisto para
aliviar el sufrimiento físico, debe hablar del poder de Cristo para
sanar los males del alma.
¡Cuánta necesidad hay de que el médico viva en íntima comu-
nión con el Salvador! Los enfermos y sufrientes con quienes se
relaciona tienen necesidad de la ayuda que sólo Cristo puede dar.
Necesitan oraciones respaldadas por el Espíritu Santo. La persona
afligida se abandona a la sabiduría y la misericordia del médico, cu-
ya preparación y fidelidad pueden ser su única esperanza. Entonces,
sea el médico un mayordomo de la gracia de Dios, un guardián tanto
del alma como del cuerpo.
El médico que ha recibido la sabiduría de arriba, que sabe que
Cristo es su Salvador personal, sabe también cómo trabajar con las
almas temblorosas, culpables, y enfermas de pecado que acuden a
él en busca de ayuda, porque él mismo ha sido llevado al Refugio.
El puede responder con seguridad a la pregunta: “¿Qué puedo hacer
pasa ser salvo?” El puede contar la historia del amor del Redentor.
Por experiencia propia puede hablar del poder del arrepentimiento
y la fe. El Señor trabaja con él y mediante él mientras se halla a la
cabecera del sufriente, tratando de hablarle palabras que le traigan
consuelo y ayuda. A medida que la mente del afligido se aferra del
poderoso Salvador, la paz de Cristo llena su corazón; y la salud
espiritual que recibe constituye la mano ayudadora de Dios en la
restauración de la salud del cuerpo.
Son preciosas las oportunidades que tiene el médico de des-
pertar en los corazones de aquellos con quienes se relaciona una
comprensión de la tremenda necesidad que tienen de Cristo. A él le
toca sacar cosas nuevas y viejas de la tesorería del corazón mientras
expresa las anhelantes palabras de consuelo e instrucción. Ha de
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