Página 84 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 7 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 7
la vida cómoda, esa clase de vida que debilita y destruye los poderes
físicos, mentales y espirituales.
¡Cuán preciosas resultan la quietud y la libertad del campo para
los inválidos débiles acostumbrados a la vida de la ciudad, al brillo
de muchas luces y al ruido de las calles! ¡Con cuánto gusto abrazan
las escenas de la naturaleza! ¡Cuán contentos se sentirían de poder
gozar de las conveniencias de un sanatorio en el campo, donde se
pudieran sentar al aire libre, gozar del sol, y respirar la fragancia de
los árboles y las flores! Existen propiedades salutíferas en el bálsamo
de los pinos y en la fragancia de los cedros y los abetos. Y hay otros
árboles que contribuyen a la buena salud. No se corten esos árboles
irresponsablemente. Cuídense en donde crecen en abundancia, y
plántense más donde hay sólo algunos.
Nada tiende más a restaurar la salud y la felicidad del inválido
crónico como vivir en un atractivo ambiente campestre. Allí, has-
ta los casos desahuciados se pueden sentar o recostar al sol o a la
sombra de los árboles. Con sólo levantar la vista pueden observar la
hermosura del follaje. Al hacerlo, se sorprenden de que nunca antes
se hayan percatado de la gracia con que se doblan las ramas para
formar una sombrilla viviente sobre ellos, prodigándoles exactamen-
te la sombra que necesitan. Mientras escuchan el murmullo de la
brisa, experimentan una dulce sensación de descanso y renovación.
Los espíritus decaídos reviven. Se recobran las fuerzas gastadas. Sin
siquiera notarlo se aquieta la mente agitada y se calma y regulariza el
pulso afiebrado. A medida que el enfermo se fortalece, se aventura a
dar unos pasos para cortar algunas de las hermosas flores silvestres,
esos preciosos mensajeros del amor de Dios para su afligida familia
terrenal.
Anímese a los pacientes a pasar muchas horas al aire libre. Há-
ganse planes para mantenerlos afuera donde puedan tener comunión
con Dios a través de la naturaleza. Sitúense los sanatorios en terre-
nos grandes, donde los pacientes tengan la oportunidad de hacer
ejercicios saludables mediante el cultivo de la tierra. Esa clase de
ejercicios, combinados con tratamientos naturales, realizará mila-
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gros en la obra de restaurar y fortalecer el cuerpo enfermo, a la vez
que aliviar la mente cansada y desgastada. Al hallarse rodeados de
condiciones favorables, los pacientes no requerirán de tanto cuidado
como si estuvieran confinados en algún hospital de la ciudad. En el