Página 95 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 7 (1998)

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No entre los ricos
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parecieran sus ventajas. Los hombres adinerados egoístas ejercen
una influencia sobre otras mentes, y el enemigo quisiera trabajar
a través de ellos para estorbar nuestro camino. Las asociaciones
pecaminosas son siempre nefastas para la piedad y la devoción, y
tales relaciones pueden minar los principios aprobados por Dios.
El Señor no quiere que ninguno de nosotros haga como Lot, que
eligió un hogar en un sitio donde tanto él como su familia estuvieron
en constante contacto con el mal. Lot llegó rico a Sodoma; pero
salió de allí sin nada, conducido por la mano de un ángel, mien-
tras los mensajeros de la ira divina se aprestaban para derramar la
lluvia de fuego que consumiría a los habitantes de aquella ciudad
grandemente favorecida y acabaría con su hermosura encantadora,
dejando desolado y desnudo ese lugar que Dios había hecho antes
muy hermoso.
Nuestros sanatorios no deben situarse cerca de las residencias
de los ricos, donde serían considerados como una intrusión y una
molestia; donde se harían comentarios desfavorables acerca de ellos,
porque reciben a la humanidad doliente de todas las clases sociales.
La religión pura y sin contaminación hace que los hijos de Dios
sean una sola familia, vinculada a Dios por medio de Cristo. Pero
el espíritu del mundo es orgulloso, parcial y exclusivista, y tiende a
favorecer a unos pocos.
Al construir nuestros edificios debemos mantenernos alejados
de las viviendas de los grandes hombres del mundo, y dejarlos
que busquen la ayuda que necesitan separándose de sus amistades
para acudir a lugares más apartados. No agradaremos a Dios si
construimos nuestros sanatorios entre la gente que viste y vive en
forma extravagante y se siente atraída sólo por quienes pueden hacer
un gran despliegue de posesiones.
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