Página 98 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 7 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 7
vida de estricta abnegación. Si seguimos su ejemplo, no gastaremos
jamás dinero sin necesidad. No hemos de buscar lo que sólo sería
ostentación. Procuraremos más bien que la luz resplandezca por
medio de nuestras buenas obras y que Dios sea glorificado por el
empleo de los mejores métodos de sanar a los enfermos y aliviar a
los que sufren. Lo que da carácter a nuestra obra, no es el dinero
que enterramos en la construcción de nuestros edificios, sino nuestra
perseverancia en los principios religiosos y la semejanza de nuestro
carácter al de Cristo.
Los errores cometidos en el pasado en la construcción de ciertos
edificios, deben ser advertencias saludables para lo por venir. Debe-
mos ver en qué se equivocaron otros, y en vez de imitar sus errores,
tratar de hacer mejor que ellos. En todo paso adelante, debemos
tener en cuenta la necesidad de ahorrar. No debe hacerse ningún
gasto inútil. El Señor vendrá pronto, y nuestros gastos en edificios
deben armonizar con nuestra fe. Nuestros fondos deben dedicarse
a amueblar habitaciones alegres, y asegurar a los enfermos buenos
alimentos, así como un ambiente favorable para la salud.
Nuestras ideas referentes a construir y amueblar las institucio-
nes deben ser regidas por la práctica de una comunión constante y
humilde con Dios. No debe considerarse necesario dar a esos es-
tablecimientos una apariencia de riqueza. No debe confiarse en la
apariencia como medio de obtener éxito. No es más que un engaño.
El deseo de mantener una apariencia inconveniente a la obra que
Dios nos ha asignado, que sólo podría mantenerse gastando fuertes
sumas de dinero, es un tirano sin misericordia; es como un cáncer
que destruye las entrañas.
Los hombres de buen criterio prefieren la comodidad a la ele-
gancia y el lujo. Es un error pensar que las apariencias atraerán más
pacientes, y habrá por consiguiente más ganancias. Aun suponiendo
que este proceder aumentase la clientela, no podemos consentir que
nuestros sanatorios sean amueblados según las costumbres de lujo
de nuestro siglo, La influencia cristiana es demasiado valiosa para
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quedar así sacrificada. Todo lo que rodea nuestras instituciones, y
cuanto esté en ellas, debe armonizar con las enseñanzas de Cristo y
la expresión de nuestra fe. En todos sus ramos, nuestra obra debe ser
una lección de juicio santificado y no de ostentación y despilfarro.