Página 108 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 8 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 8
la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que
veas
’”.
Apocalipsis 3:17, 18
.
El que hablaba se dirigió a los que habían estado orando y dijo:
“Tenemos algo que hacer. Debemos confesar nuestros pecados y
humillar nuestro corazón ante Dios”. Con corazón quebrantado hizo
confesión y luego se acercó a varios de los hermanos, uno tras otro, y
les estrechó la mano, pidiéndoles perdón. Las personas con quienes
él habló se levantaron de un salto, confesando y pidiendo perdón, y
todos se abrazaron derramando lágrimas. El espíritu de la confesión
se difundió por toda la congregación. Fue un tiempo pentecostal. Se
alabó a Dios por medio del canto, y la obra continuó hasta las altas
horas de la noche, casi hasta el amanecer.
Las siguientes palabras eran repetidas a menudo: “Yo reprendo y
castigo a todos los que amo; sé pues, celoso, y arrepiéntete. He aquí,
yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta,
entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”.
Apocalipsis 3:19, 20
.
Ninguno parecía ser tan altivo que no quisiera hacer confesión
de corazón, y los que dirigían esta obra eran personas de influencia,
pero nunca antes habían tenido el valor de confesar sus propios
pecados.
Había un regocijo cual nunca antes se había escuchado dentro
del Tabernáculo.
Luego cobré el conocimiento y por un rato no sabía dónde estaba.
Todavía tenía la pluma en la mano. Me fueron dirigidas las siguientes
palabras: “Esto es lo que pudo haber sido. Todo esto lo habría
hecho el Señor por su pueblo. El cielo entero esperaba manifestar su
clemencia”. Medité sobre cuánto habríamos avanzado si se hubiera
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llevado a cabo una obra cabal en el último congreso de la Asociación
General, y me embargó una agonía de desengaño al darme cuenta
que lo que había presenciado no era una realidad.
* * * * *
El camino que Dios señala es siempre el mejor y el más prudente.
Él siempre glorifica su nombre. La única seguridad para no incurrir
en decisiones precipitadas movidos por la ambición consiste en man-
tener el corazón en armonía con Cristo Jesús. No se puede depender
de la sabiduría humana. El hombre es voluble, creído, orgulloso y