Página 137 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 8 (1998)

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El valor de la prueba
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labios mortales no alcanzan a describir. Lo más que nos podemos
aproximar a una descripción del premio que espera a los vencedores
es decir que es un cada vez más excelente y eterno peso de gloria.
Será una eternidad de felicidad, una eternidad bendecida que va
desplegando nuevas maravillas conforme van corriendo los siglos
sin fin.
Usted tiene que estar allí. No importa lo que pierda aquí, resuelva
asegurarse de la vida eterna. Nunca se desanime. Muchas veces he
visto que los brazos eternos lo envolvían, cuando usted parecía no
ver ni apreciar la gran condescendencia del cielo. Viva para Jesús.
Usted puede trabajar mejor como médico en el sanatorio si hace
de Cristo su médico jefe. Esfuércese fervientemente por obtener la
corona de la vida. Ocúpese en servir a Dios. Vale la pena, no sólo
en esta vida, sino en la venidera. Siento un interés muy profundo en
usted y en su esposa, a quien amo en el Señor, como por mis propios
hijos y sus esposas. Anhelo que usted y su esposa se encuentren entre
los redimidos, para tomar parte en la coronación de Cristo. Deseo
profundamente que salga más que vencedor por medio de aquel que
dio su vida por usted. Por esta razón, mi hermano, le he hablado
con claridad. Deseo profundamente que disfrute de una eternidad
feliz. Se encuentra usted en una posición sumamente difícil. He
temido que vaya usted a perder su fe y valor. Crezca en la gracia y el
conocimiento de la verdad. Acérquese a sus hermanos. No importa
lo que venga, no pierda su fe en ellos o en Cristo; y manténgase
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firme en la verdad.
* * * * *
Extracto de una carta escrita en 1892 en Adelaida, Australia
.
Hermano mío, usted tendrá que encarar pruebas, pero mantenga
su integridad. No demuestre otra cosa que un espíritu noble. El
universo celestial está observando el conflicto. Satanás lo observa,
ansioso de sorprenderlo desapercibido, de verlo actuar impetuosa-
mente para ganarle ventaja. Pelee varonilmente la batalla del Señor.
Haga lo que Cristo haría si estuviera en su lugar. Que no haya incon-
sistencia en su fe y práctica. No se deje impacientar por las molestias
irritantes que siempre surgen. Cálmese, piense en Jesús y haga lo
que pueda para agradarlo. La gracia de Cristo y del Espíritu Santo