Página 180 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 8 (1998)

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La oración y la bendición mediante Cristo
Balaclava, Victoria, Australia,
25 de marzo de 1898.
A un médico del sanatorio
Mi estimado hermano,
Acabo de recibir sus cartas. Me doy cuenta de que está luchando
a brazo partido contra la estrechez financiera. Me alegra que pueda
prestar atención al estímulo contenido en las palabras: “Si quiere
que yo lo proteja, que haga las paces conmigo, sí, que haga las paces
conmigo” (
Isaías 27:5
, Versión Popular, 2da. ed.). Tengamos fe en
Dios. Confiemos en él. Él comprende perfectamente la situación
en que estamos y obrará en nuestro favor. Lo honramos cuando
confiamos en él llevándole todas nuestras perplejidades. “Y todo lo
que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea
glorificado en el Hijo”.
Juan 14:13
. Las provisiones y concesiones
de Dios no tienen límite. Ocupa el trono de la gracia Uno que nos
permite llamarle “Padre”.
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo
unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga
vida eterna” (
Juan 3:16
): Jehová no dio por completado el plan de
la redención mientras éste estuviera revestido sólo con su amor. Ha
colocado ante su altar un Abogado revestido con nuestra naturaleza.
Como Intercesor nuestro, su obra oficial es la de presentarnos ante
Dios como hijos e hijas. Intercede en favor de los que lo aceptan.
Ha pagado el precio de nuestra redención con su propia sangre. Por
virtud de sus méritos, él les da el poder para ser miembros de la
familia real, hijos del Rey celestial. Y el Padre demuestra su amor
infinito por Cristo al recibir y darles la bienvenida a los amigos de
Cristo como amigos suyos también. Está satisfecho con la expiación
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hecha. La encarnación, la vida, muerte e intercesión de su Hijo
glorifican su nombre.
Nuestras peticiones ascienden al Padre en el nombre de Cristo.
Él intercede en favor nuestro, y el Padre abre todos los tesoros de su
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