Página 183 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 8 (1998)

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Palabras de aliento
Cooranbong, Australia,
12 de diciembre de 1899.
Al director médico del Sanatorio de Battle Creek
Mi estimado hermano,
Usted se expresa como si no tuviera amigos. Pero Dios es su
amigo, y la hermana White es su amiga. Usted ha llegado a pensar
que yo había perdido confianza en usted; pero mi querido hermano,
como le he dicho antes por escrito, yo sé que el Señor lo ha colocado
en un puesto de mucha importancia, como médico a quien el Señor
le ha impartido conocimiento y sabiduría para que haga justicia y
juicio y manifieste un verdadero espíritu misionero en la institución
fundada para que la verdad presente contraste con el error.
Mi hermano, el Señor no lo ha dejado entrar en la lucha aban-
donado. Él le ha dado sabiduría y el favor de Dios y los hombres.
Ha sido su ayudador. Lo ha escogido como su agente para exaltar
la verdad en el Sanatorio de Battle Creek, a diferencia de las insti-
tuciones médicas del mundo. Fue su propósito que el Sanatorio de
Battle Creek fuera una institución donde el Señor fuese reconocido
a diario como el Monarca del universo. “Todos los habitantes de la
tierra son considerados como nada; y él hace según su voluntad en
el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien
detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces!”
Daniel 4:34
.
El Señor ha dispuesto que la proclamación del mensaje del tercer
ángel sea la obra más elevada y sobresaliente que se lleve a cabo
en el mundo hoy día. Lo ha honrado colocándolo en un puesto
de mucha responsabilidad dentro de su obra. No debía usted de
separar su influencia del ministerio evangélico. Debía contribuir a
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la comprensión de la verdad y a la obediencia de la misma en todo
aspecto de su trabajo. El lugar que el Señor le ha dado que ocupe
estaba bajo su mando en la divina teocracia. Era su deber aprender
de Jesús, el Gran Maestro, trazando planes y trabajando de acuerdo
con su ejemplo.
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