Página 188 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 8 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 8
la voluntad de Dios, cuando el yo es crucificado a diario, entonces se
verán buenos resultados. Avanzamos con fe, conscientes de que el
Señor ha prometido llevar a cabo la obra que se le ha encomendado
a él y que la terminará. Él nunca se equivoca ni fracasa.
Los siervos de Dios son meramente mayordomos. El Señor
actuará por medio de ellos si se entregan a él para que el Espíritu
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Santo trabaje en ellos. Cuando por fe los hombres se ponen en las
manos de Dios, diciendo: “Heme aquí, envíame a mí”, él los acepta
para su servicio. Pero los hombres no deben estorbar sus planes con
maquinaciones vanidosas. Por años el Señor ha tenido pleito con su
pueblo porque ha seguido su propio criterio y no ha confiado en la
sabiduría divina. Que los obreros presten atención, de lo contrario
le servirán de estorbo al Señor, impidiendo el avance de su obra,
pensando que su sabiduría es suficiente para planificarla y llevarla
a cabo. Si así lo hacen, el Señor corregirá el error. A través de su
Espíritu, él ilumina y prepara a los obreros. Él determina a su manera
sus propias providencias para llevar adelante su obra conforme a los
designios de su mente y voluntad.
Lo que Dios espera de sus obreros
Si los hombres sólo se humillaran delante de Dios, si dejaran
de exaltar su propio parecer como influencia que todo lo domina,
si le dieran lugar al Señor para planificar y trabajar, Dios emplearía
las aptitudes que les ha dado de tal manera que su nombre fuera
ensalzado. Purificaría a sus obreros de todo egoísmo, cortando las
ramas que se enredan alrededor de objetos indeseables, podando la
viña para que dé fruto. Dios es el gran Labrador. Él hará que todo
en la vida de los que son colaboradores de Cristo esté sujeto a su
gran propósito de dar crecimiento y producir fruto. Es su propósito
conformar a sus siervos diariamente a la imagen de Cristo y hacerlos
participantes de la naturaleza divina, para que lleven fruto en abun-
dancia. Es su deseo que los que pertenecen a su pueblo, por medio
de una experiencia real en la verdad del evangelio, se conviertan en
misioneros leales, sólidos, confiables y experimentados. Él espera
que ellos demuestren resultados mucho más elevados, sagrados y de-
finidos que los que han sido revelados hasta el momento en nuestros
días.
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