Página 217 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 8 (1998)

Basic HTML Version

Lecciones aprendidas del pasado
213
rentes niveles para que cada uno recibiera los pedidos de material
necesario y las instrucciones concernientes al trabajo, y lo comuni-
cara todo a la persona que estaba debajo de él. Según iban pasando
los mensajes de uno a otro, se confundió el lenguaje, de manera que
se pedía material que no se necesitaba, y las instrucciones recibidas
a menudo eran contrarias a las que se habían dado. El resultado
fue confusión y consternación. Todo el trabajo se detuvo. Ya era
imposible que hubiera armonía y cooperación. Los constructores
fueron totalmente incapaces de explicar los extraños malentendidos
entre ellos y, enojados y desanimados, se reprendían unos a otros. Su
confusión terminó en disensión y derramamiento de sangre. Rayos
del cielo rompieron la parte de arriba de la torre y la echaron al suelo.
Los hombres se vieron obligados a sentir que hay un Dios que rige
los cielos y que él es capaz de confundir y multiplicar la confusión
para enseñarles a los hombres que no son más que hombres.
Dios tolera por largo tiempo la maldad de los hombres, brindán-
doles amplia oportunidad para arrepentirse; pero toma cuenta de
todos sus ardides para resistir la autoridad de su justa y santa ley.
[228]
Hasta este momento, todos habían hablado el mismo lenguaje;
ahora, los que podían entender el habla de unos y otros se unieron en
compañías; unos salieron por un lado, y algunos por otro. “Y desde
allí los esparció sobre la faz de toda la tierra”.
Génesis 11:9
.
En nuestros días el Señor anhela que su pueblo se esparza por
toda la tierra. No deben colonizar. Jesús dijo: “Id por todo el mundo
y predicad el evangelio a toda criatura”.
Marcos 16:15
. Cuando los
discípulos se dejaron llevar por su inclinación de permanecer en
Jerusalén en grandes Números, fue permitido que la persecución
viniera sobre ellos, y fueron esparcidos por todas las regiones del
mundo habitado.
Por años han sido dados a nuestro pueblo mensajes de adverten-
cia y ruego, instándoles a salir al gran campo de cosecha del Maestro
para trabajar abnegadamente por las almas.
De testimonios escritos en 1895 y 1899, copio los siguientes
párrafos:
“Los verdaderos obreros misioneros no deben establecer colo-
nias. Los que son del pueblo deben ser peregrinos y advenedizos
sobre la tierra. La inversión de grandes sumas de dinero para el
levantamiento de la obra en un solo lugar no es del agrado de Dios.