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Testimonios para la Iglesia, Tomo 8
brillar en medio de las tinieblas del error que envuelven el mundo.
La Palabra de Dios ha de abrirse ante aquellos que están en los
lugares más encumbrados de la tierra, como también ante los más
humildes.
La iglesia de Cristo es la agencia de Dios para la proclamación
de la verdad y recibe el poder de él para llevar a cabo una obra
especial; y si ella es fiel al Señor y obediente a sus mandamientos,
morará en ella la excelencia del poder divino. Si ella honra al Señor
Dios de Israel, no hay poder que pueda ponerse en su contra. Si ella
es fiel a su cometido, las fuerzas del enemigo serán incapaces de
vencerla, así como el tamo no puede resistir al torbellino.
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La iglesia tiene por delante el amanecer de un día esplendoroso
y glorioso, siempre y cuando se vista con la cota de la justicia de
Cristo, apartándose de toda alianza con el mundo.
Es menester que los miembros de iglesia confiesen sus rebeldías
y que se unan. Mis hermanos, no permitáis que nada se introduzca
que os separe unos de otros o de Dios. No habléis de diferencias de
opinión, sino más bien uníos en el amor de la verdad tal como es en
Jesús. Presentaos ante el Señor y reclamad la sangre del Salvador
como razón para recibir auxilio en el conflicto contra el mal. No
rogaréis en vano. Al acercaros a Dios, contritos de corazón y llenos
de la seguridad que da la fe, venceréis al enemigo que procura
destruiros.
Volveos al Señor, oh prisioneros de esperanza. Buscad la fuerza
en Dios, el Dios viviente. Manifestad una fe constante y humilde
en su poder y en su deseo de salvar. De Cristo fluye el manantial
vivo de salvación. Él es la Fuente de vida y de todo poder. Cuando
por la fe nos aferremos de su poder, él cambiará de la manera más
maravillosa la perspectiva más desanimadora. Hará esto para la
gloria de su nombre.
Dios invita a sus seguidores fieles, que creen en él, que les inspi-
ren ánimo a los que son incrédulos y que no tienen esperanza. Que
el Señor nos ayude a auxiliarnos unos a otros y a probarlo por medio
de una fe viviente.
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